¿Una manchita racista
en el repudio a las granjas porcinas?
Quien escuchó hablar a Muhammad Ali del racismo contra los
negros, no lo olvida. Es antológica la entrevista de la BBC en
1971 en que se refiere a lo blanco:
“Siempre le pregunté a mi madre: mamá, ¿por qué todo es blanco? ¿Por qué Jesús
es blanco y tiene ojos azules? ¿Por qué en la Última Cena son todos blancos?
¿Los ángeles son blancos? Incluso Tarzán el rey de la selva en África, ¡era
blanco! Todos en ese continente son negros, pero el Rey es blanco, ¿cómo es
posible?”
Con menos vivacidad, otros han complementado el concepto denunciando
cómo los europeos han machacado con que lo
negro es malo: el infierno, las tinieblas, el diablo, lo oscuro, lo oculto.
Claro que de lo blanco
se pasa a los blancos y de lo negro a los negros.
Bien, se acerca en Argentina la hora de lo chino y los chinos.
Cada vez que he enunciado esto, alguien salta “bueno,
chinito, ¿estás hipersensible?” Algunos me lo dicen, muchos más lo piensan.
Como si mi hipersensibilidad inventara el racismo contra los
chinos.
A continuación viene el consejo “no les des pelota”.
Como si al negarlo lo borrara.
Y de todos modos, pifia la intención de consolarme, porque
uno se siente peor si además de que existe algo que lo lastima, debe someterse
a ello, disimular que no existe, e incluso tal vez disimular también al amigo
que lo que quiere, en realidad, es que me calle y me deje de joder.
Disculpen los que les molesta que ponga algo feo en
evidencia (¿por qué molestará tanto? ¿qué es lo que molesta, el racismo o que
yo no lo disimule?), pero voy a hacerlo de nuevo.
Como símbolos, los chanchos parecieran tener dos caras. Por
un lado, expresan lo sucio, lo asqueroso, lo indigno… A ver, voy na buscar los
sinónimos que me ofrece Word: desastrado,
jifero, sucio, desarreglado, astroso, desaliñado, desaseado, roñoso.
Ustedes pueden agregar sentidos.
Es una cualidad física y también moral. “Haciendo
chanchadas”.
Luego, hay otra cara del chancho, que es extremadamente
tierna. Siempre es un chanchito bebé, Babe.
Es el chancho mascota, en una ilusión mascotizadora de la Naturaleza.
Todos los animalitos son buenos y de peluche.
Una y otra vez de chico me decían así: “¡CHINO COCHINO!” Si
me enojaba, me decían que era un chiste. Me lo decían cariñosamente.
Ahora ha aparecido la posibilidad de que empresas chinas se
asocien con argentinas para producir chanchos en Argentina y esto ha despertado
una reacción parecida a un incendio.
Muchas de las razones contra la iniciativa son inapelables.
No estoy discutiendo eso acá. Sólo quiero llamar la atención sobre la
posibilidad de que en las mejores intenciones el diablo meta la cola. Es decir,
no voy a dejar de ver que la protesta contra el modelo agroexportador que es
expresión máxima de la concentración capitalista, es una excusa para rechazar a
los chinos.
En gran parte por el deseo de pertenecer a lo blanco que la causó tanta pregunta al
negro Ali.
En la campaña contra el proyecto ha habido muchas
referencias a China. Muchísimas.
El documento base, “No queremos
transformarnos en una factoría de cerdos para China, ni en una fábrica de
nuevas pandemias” nombra a China una y otra vez, además de, como se ve, la
acusa en el mismo título.
El hecho de que aparezca identificada, señalada, apuntada,
acusada China cada vez que se
menciona el tema, es revelador.
Si la idea involucrara empresas de Dinamarca, Nueva Zelanda
o Alemania, ¿hubiera sido lo mismo?
Permítanme dudarlo.
Sería bastante diferente la campaña antiproducción de cerdos
si no nombrara a China.
Qué sucedería si los carteles dijeran:
“No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para
China, ni en una fábrica de nuevas pandemias”.
“No a las fábricas de cerdos para China”.
“Argentina ¿próxima factoría de cerdos para China?”
Quitar “China”, ¿debilitaría los argumentos en contra de la hiperconcentración
capitalista en la producción agrícola?
¿Acaso Alemania, Dinamarca, España, Estados Unidos, grandes
productores de cerdos practican la cría orgánica o ecológica?
El hashtag que comenzó siendo #noalasgranjasporcinas, devino #noalasgranjaschinas
y luego #noalacuerdoconchina
Algunos carteles se sinceraron:
“No al acuerdo binacional chino-argentino de producción de
carne porcina”
“Abajo el acuerdo del gobierno con China”
Se sinceraron: el tema es con China.
Los opositores al proyecto de las granjas porcinas repiten
este argumento contra China: de allí salió
la pandemia.
Se burlaron de Trump por burro cuando largó eso, pero ahora nos
hacemos eco. Encarnamos esa inmundicia moral del peor racismo y la enarbolamos
en favor del ambiente, de los derechos de los animales y los pobres.
Después de un camino que el secretario de Estado Mike Pompeo
sembró con pétalos del odio propio de la supermacía
blanca, la misma de Tarzán, finalmente Trump empezó a hablar del “virus de
China”.
Los medios coloniales —aquí hegemónicos— reprodujeron el
mensaje en cadena hasta amasar el sentido común.
Posteos de una chica en Facebook:
“Alemania le hizo juicio a China por los daños ocasionados a
raíz de la pandemia y nosotros vamos a firmar un contrato con los chinos para
que nos traigan toda su maldita basura, (eso sin mencionar que le agradecimos
por enviarnos barbijos después de que nos enviaron semejante virus) te das cuenta
lo que somos y dónde está la diferencia.”
Le pregunto si es antichina y responde: “estás diciendo que
somos antichinos a un país donde los chinos tienen piedra libre con su comercio
y tienen el lujo de tener una cámara de supermercadistas, no te hagas el
ofendido por que nosotros deberíamos ofenderlos el doble, nadie hablo de
personas comunes ni se hizo degradación social, pero las cosas por su nombre,
nosotros también nos hacemos cargo cuando nos dicen que nuestros gobiernos son
una mierda.”
Agrega: “si soy un tanto brava con mi comentario bancate así
como yo me tengo que bancar el encierro, el aislamiento, el haber perdido
trabajos por una pandemia china”.
¿No lo ven a Trump sonriendo?
Igual que debe sonreír cuando las marchas anticuarentena
tienen carteles asegurando el advenimiento del comunismo.
Si hay algo fácil y eficaz es ligar a los comunistas con los
chanchos, a los chanchos con los chinos y a los chinos con los comunistas.
“La soja que producimos se va toda a alimentar a los cerdos
chinos”, decía una militante ecologista en un programa de radio, y yo en mi
suspicacia de hipersensible, me pregunto si ese cerdos era un sustantivo o un adjetivo.
Porque a los chinos nos identifican con la mugre. La mugre
de la cocina del restaurante y la mugre de que “te venden herramientas que se
rompen a los cinco minutos”.
El sentido común argentino identifica chinos y chanchos. Son
parte de lo mismo, la mugre.
Y también son lo mismo en la bestialidad y, más finamente, en la bestialidad de devorar cualquier cosa. La pandemia de
COVID19 quedará en la historia como causada por la incorregible voracidad china
que los lleva a comerse murciélagos.
Pero además, se comen a los chanchitos bebés.
Así, el chancho completo, inmundo por un lado y angelical
por otro, expresa lo negativo de lo chino.
¿Queremos ser eso?
¿Vamos a permitir que la negra porquería china se instale en
la blancura de nuestro país, el país más occidental de Europa?
Esta bienintencionada campaña henchida de fundamentos
indiscutibles dejará instalada, iluminada por la sonrisa de Donald Trump, la
noción de que cualquier cosa que tenga un filamento de prochino sea porcino.
Y por ser porcino, chancho, asqueroso, bestial, cualquier
posición a favor de China será sospechosa.
Yo, que soy mitad chino, que honro a mi padre y a mis
ancestros chinos, que me dedico a las relaciones con China y que estoy
rotundamente a favor del modo equitativo en que China distribuye su riqueza, de
modo que están acabando con la pobreza —en contraste con un mundo blanco que
cada vez crea más masas de pobres—, yo soy sospechado.
Nada me sorprendería aparecer con mis amigos prochinos,
escrachado por algún medio u organización antichina, como promotor de una
estrategia de los comunistas chinos para convertir a Argentina en una suerte de
África dentro de América, una avanzada del imperialismo chino.