Ligeras anotaciones que hace Gustavo Ng de asuntos que piensa o encuentra escritos en libros mientras va en colectivo y luego comenta con tal o cual persona.
sábado, 30 de mayo de 2015
En sueños
No sé bien dónde estoy.
Estoy lejos de casa.
De lo que fue nuestra casa.
Cuando ya no estuvimos juntos, yo no tenía nada que hacer allí,
de modo que me largué.
No sé hace cuánto tiempo.
Y no sé bien adónde e ido a parar.
Sueño mucho con ella.
En mis sueños somos felices.
A veces yo estoy muy ocupado, resolviendo algo,
y ella aparece y me hace una broma, y entonces nos reímos.
Luego, despierto al mundo en el que estoy solo.
Sé que cada vez soñaré menos con ella.
Cada vez vendrá menos a estar conmigo y alegrarme.
Se meterá más y más profundamente en los sueños, hacia su vida.
Espero que sea feliz.
Yo seguiré andando.
Chile a fines de mayo del 2015
Adoro Chile por su tipo de singularidad. Es parecida a la del
tango, la de Woody Allen o la de los canguros; antes decía el fanfarrón:
"me hicieron a mí y rompieron el molde".
Pareciera que nada de Chile se repite en ningún otro lugar. ¿Dónde
más se le llama "botillería" al local de venta de bebidas,
"raja" al culo y se pregunta "cachai" para confirmar que se
es entendido?
Chile es única como todas las islas, sin ser una isla. La
gente tiene una homogeneidad asombrosa y todos se conocen o creen conocer.
Inmediatamente se llama a las personas por su nombre de pila, el Marcelo, la
Elizabeth —o por el apodo, el Pato, el Pillín.
Por una de la trama de peatonales alrededor de la Plaza de
Armas de Santiago encontré que vendían "ropa de Alemania y Estados
Unidos". Compré una camisa Nautica por 2.000 pesos. Dos cuadras más allá
entré en un baño público que me costó 450 pesos. Cuatro meos, una camisa de
primera marca. Esa relación de precios
no la vi en ningún otro lugar.
La capital es famosa por su smog. Ayer, al salir del
subterráneo, el Metro, en la estación Los Héroes, que da a La Alameda, los ojos
me ardieron feamente. "Esto es peor que el DF", pensé, pero al rato descubrí
el olor a gas lacrimógeno. Recordé en ese instante que los estudiantes —a
quienes se llama "pingüinos" como en ningún otro país del mundo—
hacen sus protestas en esa avenida. Más tarde, efectivamente, habríamos de
confirmar que una manifestación fue reprimida.
Es singular de Chile en este momento, que los estudiantes
lideren el movimiento que deberían haber impulsado los partidos políticos o los
empresarios, los sindicatos, otras organizaciones de adultos: el de la
gratuidad de la educación. Y esa potencia y protagonismo en la que ha ido a
resucitar el mayo francés, que todos los estudiantes del mundo deberían emular,
además es apoyada por el Gobierno. Estos días escuché al ministro de Desarrollo
pedirle a los jóvenes que banquen las medidas que tomará el Gobierno para hacer
la educación gratuita. Escuché a ese altísimo funcionario confesar que sigue a
los jóvenes. Cuando un Gobierno está orgulloso y tiene verdadera fe en sus
jóvenes, las cosas están en orden.
La pronunciación del habla castellana también es muy especial.
Podrá uno confundirse cuando escucha hablar a otro latinoamericano, pero en
cuanto un chileno abra la boca, nadie tendrá duda de que es chileno.
Transforman, por ejemplo, la sh en ch. Dicen "chow de
televisión". La presidenta Bachelet, cuando quiso decir
"gracias" en chino, en lugar de pronunciar shie shie, dijo chie chie.
Sus estudiantes le gritaban a los policías (que en Chile, sólo en Chile, tienen
el amedrentador nombre de carabineros): "Paco, escusha, tucha es mi
lusha".
Hay que ir a Chile cada tanto y darse una biaba de chilenismo,
de esa singularidad irresistible que no se halla en ningún otro lugar.
•••
En estas fotos podrán ver el afán del fotógrafo añejo de
hallar imágenes pintorescas. Sepan disimular.
Puente de la calle Huérfanos sobre la autopista. |
Gato y Ángeles, tremendos compañeros de gira. |
Valparaíso, tierra mía. |
Primer ministro Li Keqiang, presidenta Michelle Bachelet. |
Aniversario de Cruzando el Pacífico con Ángeles, Mariana y Elvira. |
Con Sun Xintang, Coordinador del Centro Regional de los Institutos Confucio de América Latina. |
En Valparaíso, tras conferencia de Su Xintang organizada por el Instituto Confucio de la Universidad de Santo Tomás. |
sábado, 23 de mayo de 2015
La señora que va al Bar Gómez
Hablamos con el mozo del Bar Gómez de una señora, ya viejita,
que está sola en una mesa bastante oculta. Como la vi muchas veces, le pregunto
al mozo por ella.
— Hace años que viene.
— ¿Qué vida tendrá? —le digo, un poco
comentándole, un poco pensando en voz alta.
— Y también está la otra, la que se sienta
allá, al fondo, al lado de la ventana.
No recuerdo haberla visto.
— ¿El mismo caso?
— Sí, más o menos. ¿Nunca la vió? Una que
anda con un sombrero, que se pinta… Esa se sienta ahí y pide dos vasos de vino.
Uno lo pone delante de ella, como si hubiera alguien en la otra silla. Se toma
el suyo, se queda un rato y se va. El otro vaso lo deja intacto.
Olores corporales
Mora es mi
compañera de oficina en la obra social desde hace más de 15 años. Desde el
primer momento nos hicimos compinches. Tenemos el mismo sentido del humor, nos
burlamos de las mismas personas, pensamos muy parecido. Somos almas gemelas. “Tu
socia”, me dicen, cuando se refieren a ella, y nos dicen “los Hermanos Macana”.
Cuando comemos juntos solos no nos da vergüenza no ser educados. El año pasado
Mora cortó con un novio de muchos años y desde hace poco se cambió de bando y ahora tiene novia. Y pasó algo increíble: desde entonces tiene un chivo robusto, como el de un chabón. Como el de un motoquero o de un repartidor de pollos Al principio yo no le decía nada. La veía de la mano con la novia y me
daba vergüenza decirle. Pero ayer le dije. “¿No te depilás más la axila?”, le
pregunté, y me dijo que sí se depila, y que sigue usando desodorante igual que
antes. Nos pareció muy loco y nos cagamos de risa. Dijimos que si yo me hiciera puto a lo mejor mis pedos ya no van a oler como pedos de oso.
Los cuatro ejes de la belleza corporal
Es común a muchas sociedades la asociación entre el cuerpo y
la belleza.
Hay cuerpos que se consideran bellos, otros no. Unos son
considerados más bellos que otros.
Por supuesto, la concepción de la belleza corporal observa
una variedad tan amplia como lo son todas las variedades culturales. Como si
los humanos se dieran a explorar todas las variedades posibles de lo real. Como
si intentaran experimentar las infinitas variaciones de un patrón, dicho desde
un abordaje estructuralista.
Claro que las diferentes formas sólo son comparables si
descansan sobre una misma base. En este caso, además de la primera constante que
es la asociación entre el cuerpo y la belleza, hay otras que la conforman.
Todas las concepciones de la belleza corporal giran sobre
estos cuatro ejes: tamaño, proporciones, consistencia y otros detalles de la
forma
El tamaño es, claro, lo absoluto. Resultará bello el cuerpo
pequeño o el monumental, el ancho o el fino, etc.
Las proporciones son la relación entre una parte y el todo.
La consistencia se refiere a toda la materia del cuerpo. El
sentido del tacto es el que impera en este criterio.
El vago “otros detalles de la forma” se refiere
a los colores, sonidos, aromas y, por qué no, los sabores de los cuerpos.viernes, 22 de mayo de 2015
Flor
Flor perdió un bebé hace casi dos años. Unos meses después
se separó de Ricardo. Las amigas la empujaron con amor fuera de la soledad y se
puso de novia con un chico, pero casi no duraron. En una fiesta, veo que está ida.
Cuando ha bebido bastante, habla con alguien de un hombre al que señalan, se
ríen, ella pone cara de deseo. Quizás lo encare, quizás no. Quiero ir a decirle
que no me parece mal que haga bardo, mientras sepa que es bardo. Que no meta el
amor en el medio, ni el vacío espantoso de todo lo que le sucedió, ni la
expectativa de no estar sola. Le convendría estar sola consigo misma por
dentro. Sería mejor que despejara toda necesidad de estar con alguien. Si va a
estar con alguien, debería ser porque ha encontrado algo que va más allá de su desesperación
por acallar su dolor. Le debería pasar con esa persona algo irremediablemente
fecundo. Algo que supere el paisaje de su vida actual. Pero creo que pasará un
tiempo antes de que Flor pueda hacer eso.
frases
Open the
doorway and climb up the stairs
This is the
bedroom where we shared our prayer.
No tengo idea de por qué hay frases que me resultan tan emocionantes.
Mi prima Graciela, la que le gustan las facturas
Mi prima Graciela
es bastante rellenita. Así dicen la mamá y mis otras tías.
Cuando llegan nuestros
abuelos y paran en la casa que tienen de la calle Arenales, ella los va a
visitar a la mañana temprano con una docena de facturas de la panadería
Martínez.
Siempre que va de
visita a la casa de un pariente lleva facturas.
Una amiga de ella
se fue a vivir a Norteamérica y un día que volvió, contó que allá no hay
facturas. Eso provocó un largo tema de conversación.
Yo creo que a mi
prima Graciela lo que más le gusta son las facturas. Las ama.
Una vez me pidió
que fuera a comprar y cuando abrió el paquete dijo “¡qué trajiste, nene!” Se
enojó porque había llevado scons y medialunas.
“¡¡¡¿¿¿No
trajiste ninguna con crema pastelera???!!! ¿Quién te enseñó a elegir facturas?
¡Qué inútil!”
¡¡¡Estaba recaliente!!!
Ese día conocí a
la verdadera Graciela.
lunes, 18 de mayo de 2015
El día que Lévi-Strauss se tiró a dormir la siesta
Ya se nos fue mayo…
Se nos termina el otoño —y parece que nunca empezó, sólo amagó
unos pocos días, porque hoy aún es verano…
Se nos va terminando la mitad del año —y ayer nomás era tan
nuevito, que parecía que siempre iba a brillar…
Se nos arruinó el 2015, casi.
Este fluir del tiempo tan desquiciadamente acelerado me llena
de congoja y me causa una angustia que no hay modo de reparar.
Y entonces me da por recordar los indios que conoció
Lévi-Strauss en el Amazonas.
Gente que ¿qué hacía? Nada. La perfecta nada. No se peinaban
ni se cortaban el pelo, sino que disfrutaban sus crenchas y sus piojos, porque
los piojos eran ocasión de mimarse unos a otros.
No construían casas, no corrían el colectivo para no llegar
tarde al trabajo, no iban de una ventanilla a la otra de la obra social, no
pagaban penalidades por atrasarse en la cuota del seguro de vida, no iban a la
reunión con el psicopedagogo que les informaría que su hijo tiene un síndrome
de hiperactividad, no iban a la clínica veterinaria porque a su mascota le
había salido un pequeño bulto preocupante.
Nada de eso.
No hacían nada.
Estaban tirados. Sobre la tierra de la selva.
Acostados, tocándose, apartando los niños con la mano para hacerse
el amor, contándose historias y charloteando de un millón de cosas de
realidades mucho mejores que la nuestra.
Se levantaban, sí: para ir y bajar un panal de avispas,
molestarse un poco porque los picaron y luego traer la miel. Y se volvían a
tirar, ahora embardunándose de miel.
O se levantaban para ir al baño, o para ir a tomar agua. O se
levantaban porque estaban cansados de estar tirados.
Lévi-Strauss se afanó en entender cómo esos indios tenían su
pensamiento estructurado. ¿Había algo con menos onda para hacer con esas personas?
Seguro que Lévi-Strauss también se divirtió un poco. Quizás,
incluso, haya llegado a tirarse en el piso.
Monólogo final de 8 y 1/2
Le dice Guido a Luisa, su esposa:
Perdónenme,
dulcísimas criaturas.
No lo había
entendido. No lo sabía.
Es tan natural
aceptarlas a ustedes, amarlas…
Y es tan simple.
Luisa, me siento
liberado. Todo me parece bueno, tiene sentido, todo es verdad.
¡Cómo me gustaría
poder explicar! Pero no sé cómo…
Ahora todo se
vuelve como al principio, confuso.
Pero esta confusión
soy yo, como soy y no como quisiera ser.
Ya no tengo miedo
de decir la verdad, de decir lo que no sé, lo que busco y no he encontrado.
Sólo así me siento
vivo.
No puedo mirar
tus ojos fieles sin sentir vergüenza.
La vida es una
fiesta, vivámosla juntos.
No sé qué más
decirte, Luisa. Ni a vos ni a los demás.
domingo, 17 de mayo de 2015
Lo que vendrá
La vida entera te la pasás empujando hacia el Gran Estallido.
Parece que es lo único que querés.
Y cada vez que estás cerca, aflojás.
¿Por qué aflojás?
Porque lo que te gusta es esa sensación de se viene el
estallido —ese burbujear en todas partes, los animales huyendo despavoridos, la
ilusión de la revolución de la realidad, el temblor en el piso, el advenimiento
de la Gran Destrucción y la Gran Construcción.
De eso que estás enamorado.
De eso que estás enamorado, no del estallido.
Amás la exquisita tensión del peligro, el riesgo, la amenaza.
Tu vida es lo que vendrá.
Bravo por ustedes
Los dos con lentes oscuros que les quedan perfectos, además con peinados exactos y recargados de estilo. La barba corta, la ropa, el color de piel, los tatuajes, todo hace juego. Están en plan domingo. Cada uno en una bicicleta impecable, uno flaco, de cuerpo trabajado, el otro delicadamente rellenito. El plan es bici, parque, mate, galletitas veganas que hicieron con ingredientes comprados en una feria orgánica y amor. Sin tensión, sin contradicción, sin conflicto. Han recorrido un largo camino, chicos.
viernes, 15 de mayo de 2015
En torno al agujero negro
Martín es nuestro amigo y no sé dónde está. Nos dicen otros
pasajeros del Parador Nocturno que tuvo un ataque en la entrada, el jueves, y
que lo llevaron al Hospital Fernández. El coordinador del lugar, el psicólogo,
la gente de seguridad confirman. Pero no saben qué pasó después de que la
ambulancia se lo llevara. Y nosotros no sabíamos nada.
¿Qué querré decir con "amigo"?
Martín es un pasajero que se volvió voluntario de la
Biblioteca que hacemos en el Parador para que los que no tienen casa, por lo
menos tengan mundos para leer.
Es epiléptico. Cuando tiene convulsiona, se cae para
adelante y pega muchas veces la cara contra el piso.
No sabemos por qué no vive con el papá o la mamá —lo que los
pasajeros no nos cuentan, por pudor no preguntamos.
Cuando nos contaron del ataque de epilepsia, lo culpaban.
Uno dijo que Martín tiene invitación a un lugar donde lo controlarían, pero
"prefiere andar por la calle". Otro puso en duda que le dijera al
médico la verdad sobre cuántas pastillas estaba tomando.
Otro pasajero, luego de escuchar que acusaban a Martín, una
vez que quedamos solos nos dijo: "este lugar no está preparado para alojar
gente como ese chico. La otra vez tuvo el ataque en el baño y dejó un charco de
sangre y nadie se animaba a tocarlo. Y tampoco puede estar acá el cieguito, ni
este otro, que es retrasado. Nadie sabe cómo tratarlos. Los otros días el retrasado
se puso a bailar y apareció un guardia furioso, que le gritó, sacado, y lo
amenazó con echarlo del Parador. ¡Porque estaba bailando, y los otros se reían!
¿Te das cuenta que esa gente no está capacitada?"
El que bailaba me trajo varios libros hoy, unos libros
llenos de ilustraciones. Como un chico me mostraba una página para que yo le
preguntara "¿esto qué es?", "un oso", "¿y esto?",
"tortuga", y así. Me trajo un libro tras otro. Estaba contento. Se
había tomado el asunto como una tarea que debía cumplir. Tenía una expresión
angelical, la más pura de todo el Parador, en su cara gigante de hombre de 40
años.
Hay noches que voy al Parador, que me parecen de una
sordidez eterna. Quizás me contagio de los pasajeros el estado de tiesura de
terror por caer a un vacío infinito.
Hace un rato salimos del lugar y veníamos caminando con
Marcelo, uno de los compañeros bibliotecarios, por las calles de alrededor, que
no tienen luz, por la que andan caminando los bultos de unas personas a las que
no se puede distinguir. Esas calles son uno de los agujeros negros de Buenos
Aires. Charlábamos, como siempre, para atravesar esas cuadras. En un momento se
me hizo un nudo en la garganta cuando nos pusimos a pensar a qué venimos al
Parador Nocturno. Yo le decía que podíamos
estar con nuestras familias, calentitos en nuestras casas, pasándola con
amigos, en un cine, un pub, un teatro, y en cambio estábamos en ese galpón que nuestra
sociedad reserva para amontonar allí dentro sus fracasos, como un rincón donde
se acumulan los trastos que se rompen para arreglarlos “algún día”. Le pregunté
a Marcelo si creía que somos unos arrogantes
que vamos a la Biblioteca para presumir de salvadores de almas perdidas, y él
me dijo que no. Me dijo que vamos porque por una vez hacemos lo que pensamos, y
eso nos hace sólidos, y nos arma, nos pone de pie, y que así macizos somos
mejores padres, mejores amigos, mejores hermanos, y que aunque no nos demos
cuenta, transmitimos eso que hacemos a los pasajeros del Parador Nocturno a
través de los libros que prestamos, aconsejando tal o cual lectura, escuchando
a alguien que tiene una necesidad desesperada de habla, de ser alojado, de ser
escuchado para no deshacerse.
Nos despedimos
cuando llegó el colectivo que me sacaría de allí. Nos dimos un abrazo y Marcelo
se fue a esperar su colectivo.
La semana que
viene volveremos al Parador, a hacer la Biblioteca.
miércoles, 13 de mayo de 2015
Emoticoneros, los nuevos artistas
Hay quien está convencido de que el asunto humano empieza con el lenguaje.
Adán iba creando la Naturaleza al inventar nombres para las criaturas y plantas y cosas.
Papá adquiere forma, entidad, desde que aprendo a escuchar y a decir "papá".
Chucho es Chucho porque se llama Chucho.
Etcétera. Papo conocido en la lingüística, el psicoanálisis, todo eso.
La existencia, la realidad existe en tanto realidad porque la nombramos.
Hay quien está convencido de que el lenguaje crea aquello que otros están convencidos de que el lenguaje expresa.
Yo me inclino bastante por los primeros. Y pienso en los emoticones. Alguien en algún momento pensará seriamente en los emoticones. Una parte de mí los considera atajos para escribir menos, una niñería, un subproducto nefasto de las nuevas comunicaciones que imponen el facilismo, la tilinguería, la superficialidad.
Pero otra parte de mí sospecha que los emoticones enseñan los estados anímicos, las reacciones, los sentimientos. Una paleta muy elemental tendrá emoticones que más bien expresan: alegría, tristeza, mucha alegría, etc. Pero esas paletas ya quedaron atrás. Los actuales tienen una cantidad de emoticones que los adultos descartamos porque no sabemos interpretar -"esta carita no sé qué quiere decir". Pero los más chicos no descartan lo que no conocen, porque hay demasiadas cosas que no conocen; antes bien las aprenden. Entonces, así como aprenden la palabra "suscitar", aprenden un determinado emoticón, que en principio le era igual de desconocido.
¿Y quién les enseña a sentir a los chicos a través de los emoticones? El creador del emoticón.
Piensen en ese personaje. Nos resulta completamente anónimo. Quizás sea un adulto (eso nos suena algo perverso), o un adolescente (lo que nos suena bastante ajeno). ¿Serán mujeres? ¿Serán equipos? ¿serán máquinas? ¿serán nerds de la computación? ¿serán artistas contratados por empresas de las nuevas comunicaciones? ¿serán psicólogos, sociólogos, antropólogos, comunicólogos?
Todo un mundo que parece demasiado desconocido por demasiado nuevo.
Pero nada de esto es nuevo.
La fidelidad a un amigo puede no volver a ser la misma, puede cambiar para siempre, una nueva fidelidad puede ser creada en una persona luego de leer la Elegía de Miguel Hernández.
Y no había ningún emoticón involucrado.
Miles de tipos aprendieron a ser románticos duros con Humphrey Bogart.
Y no había ningún emoticón involucrado.
Como ahora pareciera que nadie percibe que es exactamente eso lo que producen los emoticones.
Prestaré atención, por tanto, a sus autores, que se perfilan para ser los verdaderos artistas de este momento, mucho más que Picasso, con sus cuadros de 179 millones de dólares.
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