viernes, 20 de septiembre de 2024

Selmira

 Selmira concentraba todos sus miedos en una caja, y abrazaba la caja y no la soltaba.

En esa caja estaba su alma.

Su corazón.

Esa caja era ella. 


martes, 17 de septiembre de 2024

El Día de la Luna de 2024

¿Por qué no tenemos un Día de la Luna?

Sin embargo hoy, el día 15 del octavo mes del calendario cuyo ritmo es decidido por Ella, es el día que los chinos le dedican a la Luna.

 


La Luna de Borges

En 1977, en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, Borges dio siete conferencias que luego se editaron en un libro.

Una de las conferencias estuvo dedicada a La Poesía. Dijo ese día:

Pensemos en una cosa amarilla, resplandeciente, cambiante; esa cosa es a veces en el cielo, circular; otras veces tiene la forma de un arco, otras veces crece y decrece. Alguien —pero no sabremos nunca el nombre de ese alguien—, nuestro antepasado, nuestro común antepasado, le dio a esa cosa el nombre de luna, distinto en distintos idiomas y diversamente feliz. Yo diría que la voz griega selene es demasiado compleja para la luna, que la voz inglesa moon tiene algo pausado, algo que obliga a la voz a la lentitud que conviene a la luna, que se parece a la luna, porque es casi circular, casi empieza con la misma letra con que termina. En cuanto a la palabra luna, esa hermosa palabra que hemos heredado del latín, esa hermosa palabra que es común al italiano, consta de dos sílabas, de dos piezas, lo cual, acaso, es demasiado. Tenemos lua, en portugués, que parece menos feliz; y lune, en francés, que tiene algo de misterioso.

Ya que estamos hablando en castellano, elijamos la palabra luna. Pensemos que alguien, alguna vez, inventó la palabra luna. Sin duda, la primera invención sería muy distinta. ¿Por qué no detenernos en el primer hombre que dijo la palabra luna con ese sonido o con otro?

Más adelante volveremos a Borges.



 La Luna de Ítalo Calvino

En uno de los cuentos de Las Cosmicómicas, Italo Calvino cuenta que en una época la Luna pasaba muy cerca de la Tierra, tanto que la gente iba en un bote al mar y cuando la Luna estaba cerca, paraba una escalera por la que se subía y al llegar arriba, uno se dejaba atrapar por la gravedad de la Luna.

La gente iba a la Luna a recoger un requesón hecho de crustáceos que la Luna absorbía al pasar cerca del mar.

En la historia, un hombre va a la Luna tras la mujer de la que está enamorado, una mujer hermosa, blanca y ausente, que en el momento de regresar porque la Luna empezaba a alejarse de la Tierra, ella decide quedarse. Él desespera porque quiere estar con la mujer pero no puede abandonar el mundo, y al final vuelve a la Tierra, mientras ella se queda adonde verdaderamente pertenece.

 


Una Luna persa

Volvemos a la conferencia de Borges. Está diciendo:

Hay una metáfora que he tenido ocasión de citar más de una vez (perdónenme la monotonía, pero mi memoria es una vieja memoria de setenta y tantos años), aquella metáfora persa que dice que la luna es el espejo del tiempo. En la sentencia “espejo del tiempo” está la fragilidad de la luna y la eternidad también. Está esa contradicción de la luna, tan casi traslúcida, tan casi nada, pero cuya medida es la eternidad.

 

La Luna de Dvořák

Rusalka es una sirena que vive en las aguas de un lago rodeado por un bosque. Una noche sale, se sienta en una gran piedra. Allí le canta a la Luna.

Le dice que sabe que Ella está alumbrando a su amado, que su luz, entrando por una ventana, le alumbra la cara mientras él duerme. Le pide que haga que él la recuerde en su sueño.

 


La Luna de Li Bai

Con esa Luna de Antonin Dvořák, llegamos finalmente a China.

Al famoso poema de Li Bai:


    Ante mi lecho un charco de luz.

    ¿La escarcha cubre el piso?

    Levanto los ojos y contemplo la Luna.

    Bajo la cabeza, y pienso en mi hogar.

 


La Luna de Cristian

Christian era un joven que se mudó del pequeño pueblo rural a la gran ciudad, a vivir en un diminuto altillo. Una noche soñó que la ventana daba a un vasto jardín de piedra gris y pastos negros, y que un coro de doncellas mágicas corría cantando una canción. La canción le era irresistible y las doncellas se alejaban. Él no podía soportar el silencio que llenaría el espacio con un vacío y se trepó al borde de la ventana. Cuando estaba a punto de saltar al jardín despertó y vió que estaba muy alto, que allí abajo estaba la calle, con los adoquines brillando bajo la Luna enorme que lo miraba de frente.

 


La Luna de Nietzsche

Y otra vez escuchamos a Borges:

En alemán, la voz luna es masculina. Así Nietzsche pudo decir que la luna es un monje que mira envidiosamente a la tierra, o un gato, Kater, que pisa tapices de estrellas. 

 

Para terminar, recordamos que Borges le dedicó un poema a la Luna, en el que dice:

    No sé dónde la vi por vez primera,
    si en el cielo anterior de la doctrina
    del griego o en la tarde que declina
    sobre el patio del pozo y de la higuera.




 

 



















lunes, 16 de septiembre de 2024

Los bancos de Tony


Hay un banquito que encontré en mi barrio. 

El producto de una solidaridad inaudita. 

El tal Tony lo fabricó en su herrería, lo pintó, le puso cerámicas, y luego lo colocó entre estos postes en una vereda. “Para el descanso del caminante”, quizás pensó el alma del tal Tony.




A la vuelta hizo este otro banco.

Y unos metros más adelante un banco más, alrededor del tronco de un ficus. Tan dedicado como los demás. Incluso parece haberle hecho una base de ladrillos como un cantero, y pintó los ladrillos de rojo y de lila.



Pero me temo que nunca sabremos con exactitud sobre este tema lo suficiente, ni sobre Tony. Una amiga me pidió que lo investigara para escribir la historia, y un persistente silencio entre los vecinos y entre las personas de la iglesia y escuela en cuya vereda están las obras, me dejó un poco perplejo. Insistí, y terminé dando con un vecino que me dijo que sí, que Tony alquiló un garaje que él tenía, Y qué había dejado de alquilarlo y se había ido porque le iba muy mal económicamente. Este vecino era un muchacho joven, que me habló con la puerta apenas entornada. Yo sólo podía ver un ojo suyo. La información que me dio fue ciertamente contra su voluntad y no exenta de cierto misterio.

Hoy, casualmente, di con otra obra. Me puse a leer en la pared los nombres que los chicos de la escuela escribieron con los líquidos para tapar errores, y cuando fui a fotografiarlos, encontré esta mariposa. La mariposa de Tony.





Mentime

Todo es fake, pero ¿qué hace que unas fake le ganan a las demás?

¿Qué hace que la mayoría de los argentinos elija creerle a un payaso asesino como Milei —aunque sepa que está mintiendo, o más aún, complacida en ser engañada?

¿Muchos querrán vivir en la fantasía, en un sueño, aunque eso le cueste todo?

Si esos muchos no tienen nada, porque nunca lo tuvieron, porque lo que tenían lo perdieron en los últimos años o porque son chicos y los que tienen son sus padres, ¿qué les importa que Milei anuncie el ajuste más brutal de la historia, miles de despidos, cierre de hospitales y escuelas, viejos ultrajados, chicos de infancia violada?

¿Es realista reclamarles idealismo?

¿No es mejor vivir en un cuento vital, entusiasta, brioso, en la mentira de la libertad, que en un cuento con olor a viejo, deprimente, impotente, vacío, soporífero, que ni siquiera quienes lo cuentan se lo creen?


domingo, 15 de septiembre de 2024

sábado, 14 de septiembre de 2024

Una maldición

Vivo, soy yo, me realizo, existo, cuando me sumerjo profunda, totalmente en algo, tanto que no queda nada de mí afuera, y luego cuento qué fue lo que viví, escribiéndolo o enseñándolo —también con fotos, videos o dibujos.

El asunto está muy bien si uno se figura que me metí en una cueva submarina, un bosque a la noche, el modo en que los habitantes de la Polinesia conocían las corrientes marinas, la vida de una araña, los movimientos milenaristas entre los guaraníes o la anatomía de una hiena.

Pero no sé si resulta tan simpático para alguien con quien vivimos la aventura de meternos en una casa ajena, al enterarse de que conté todo lo que hicimos.

O no sé si le resulta entretenido a alguien darse cuenta de que lo que tiene conmigo, para mí es algo en lo que yo estoy sumergido para contarlo.

Bueno, nadie no; pero casi todas las personas que se enteran de esta maldición mía guardan una prudente distancia.


martes, 10 de septiembre de 2024

Democracia 2024

En aquel verano, enero, febrero de 2002, habían brotado muchas asambleas barriales. 

Como soviets, decíamos. 

Habíamos echado a los políticos, se habían ido todos.

Nos burlábamos.

En las discusiones parecía que Argentina se encaminaba a tener un gobierno hecho de las asambleas de vecinos. Mirabas de reojo al hincha de San Lorenzo que tenía puesta la camiseta y pensabas si iba a ser el Ministro de Deportes, y mirabas a la doctora jubilada, o jubiladísima, y marxista, militante y "ahí está la Ministra de Salud". 

Fue LISÉRGICO

Los políticos volvieron y se hicieron cargo.  

Pero ver los funcionarios de ahora.

Ese Marra, el matón estúpido. Ese otro que juega todo el día a la PlayStation. Esa que viene de tener un nailspa. 

¿No es más extremo aún que el sueño de las asambleas barriales en el poder?  


¿Entonces tuvimos éxito? 

¿Qué pasó? 

¿Y qué hacemos ahora?  

¿Qué espacios para hacer algo? 

¿Qué canales tenemos para que fluya nuestra acción?  

¿Las asambleas barriales? 


sábado, 7 de septiembre de 2024

Años después

 Cuando tenía 20 años veía a los viejos de 60 que escuchaban tango, tomaban vino con soda, decían siempre las mismas cosas y usaban gorra o ruleros, y me decían que era lo que ellos hacían a sus 20 años.

Entonces pensé que cuando yo y mis amigos tuviéramos 60, fumaríamos porro, nos iríamos a dormir a cualquier hora, nos emborracharíamos, nos zarparíamos con cualquier cosa, iríamos a escuchar bandas de rock, tendríamos fatos.

Pero ahora que finalmente voy para los 70, mis amigos no hacen nada de eso y no sé si tienen sexo, porque de eso no se habla.






viernes, 6 de septiembre de 2024

Junto al arroyo


Junto al arroyo, cuando ya se ha hecho de noche, Lady Cromwell y el Barón de Swanwick están sentados en el banco del parque que ha hecho instalar Lord Wilcott en la costa para observar el arroyo.

El Barón de Swanwick observa los árboles a su alrededor y dice:

— De noche los árboles cambian por completo. De día son pasivos, sujetos al universo. El viento los mece, el sol les seca las hojas, son los insectos los que producen la fecundación entre ellos. Sus colores se avivan sólo si la lluvia los moja. En cambio, en la noche, bajo las estrellas, sale de ellos su espíritu. Y todo lo perciben. Su oscuridad emana una presencia potente y llenan el aire con su fragancia.

Mientras habla, Lady Cromwell se dice a sí misma:

— ¿Por qué el Barón de Swanwick dice estas sandeces? ¿Por qué se siente autorizado a hablar como un poeta o un naturalista? Crea a alguien hablando así. Como si tuviera una audiencia que está fascinada con un actor. ¡Es tan ridículo!

Sus ojos se posan en el agua que corre lentamente por el arroyo y concluye:

— Estoy perdidamente enamorada del Barón de Swanwick, pero nadie en este mundo me causa más desagrado y enojo que la imagen que él tiene de sí mismo.

(De “Lady Cromwell”, de Gregory Hymes).


martes, 3 de septiembre de 2024

La consciencia del profesor Kant

El profesor Kant abandonó el mundo exterior y se encerró en su casa. Allí dentro, donde permanecía solo día tras día, cualquier dolor, el mínimo malestar, el que para cualquiera es desapercibido, para él eran las garras de la muerte. 

Sabía que nadie podía salvarlo.

La muerte que sentía aparecer le causaba espanto intelectual y pánico animal, el de la bestia que ve peligrar su vida.

Entonces su conciencia huía, se evaporaba, se le disipaba como un humo que flota en un ambiente cerrado cuando un ventarrón abre la ventana y sopla con violencia en el interior.


Los que abren

Cuando se hacen negocios, hay especialistas en abrir y especialistas en cerrar. Y luego, especialistas que llevan adelante el proyecto.

Típicamente, los que abren, una vez que abrieron, ya están buscando otro negocio para abrir. Ya se han olvidado del que abrieron cinco minutos antes.


sábado, 31 de agosto de 2024

Todo va a estar bien

Alberto se enteró de que habían torturado a su hermano.

Una compañera de trabajo le dijo:

— Tu hermano es fuerte. Quedate tranquilo, se va a poner bien.

Y se fue porque tenía que hacer otra cosa.

Alberto sabía que su hermano no se iba a poner bien. Se iba a poner cada vez peor.

Lo que su compañera podía haber hecho era abrazar a Alberto. 

Tenerlo abrazado fuerte mientras él sentía un dolor como si le hubiesen hecho tragar un litro de ácido. 

Podía haberlo abrazado mientras Alberto se retorcía de angustia.

El dolor, la angustia, no son enfermedades, no son tóxicas. Es lo que una persona necesita sentir para huir de una situación amenazante, y si no puede huir, para soportarla.

Dejar a una persona sola con su angustia tirándole un consuelo para sacarse la incomodidad de encima, no es hacerle un gran favor.


viernes, 30 de agosto de 2024

Tibios

 Cuándo queramos acordar y salgamos a pelear, nos daremos cuenta de que ya nos cortaron los brazos.

Hay que hacer, aún fracasando, siendo idiotas, recalcitrantes, traidores, sin esperanza, sin carisma, sin habilidad, sin plan, sin coraje, pero hay que hablar y hay que hacer algo.

Porque los tibios serán vomitados de la boca del Señor.




Creer

El deep fake se expande como reguero de pólvora.

Podemos desesperarnos, como cuando avanza un incendio. En unos minutos se hace incontrolable.

En un mundo en el que el 80% de lo que miramos está en una pantalla, antes de que termine el 2025 no vamos a poder distinguir si las imágenes y sonidos que vemos son verdad o falsos.

Milei diciendo que le va a declarar la guerra a Chile, represión a jubilados, nuestros compañeros de trabajo en un zoom, un video que nos manda nuestro hijo en el que se ve a un perro atacando a su esposa, Charly García muy recuperado cantando un tema nuevo, Xi Jinping anunciando que China se prepara para invadir Taiwan (obviamente con imágenes de tropas, armamento, barcos, aviones) Grabois manoseando un chico, yo poniéndome un balazo en la cabeza.

Es cierto que esta expansión es limitada. Es cara. Pero el poder la usará.

No me verán suicidándome, pero sí podremos ver a Messi dándole una paliza despiadada a su hijito.

Y aún si se pudiera generar mi imagen, alcanzaría a muy poca gente, pero la de Messi tendría miles de millones de reproducciones.

Además de que ustedes saben que no estoy especulando ciencia ficción, creo que lo más fuerte de esto no es que ya no sabemos qué es verdad y qué es falso, sino que no teniendo otra solución, somos nosotros quiénes elegimos qué creer. Y así vamos eligiendo una determinada realidad. Al fin, una persona tendrá ante sí una realidad y otra, otra.

Eso es lo que está pasando.

No es que estamos ante la misma rana gigante y a alguien le parece asquerosa y a otro tierna. Es diferente. Uno tiene ante sí una rana y otro, una chinchilla.

Eso ya está pasando. Se están manipulando realidades para diferentes sectores.

Así es como ante un aumento brutal del boleto de colectivo, una persona ve un saqueo a los ahorros de la gente y otra persona ve una corrección a una distorsión histórica (“estuvimos pagando precios regalados durante años”).






 

Un mañana

La pandemia nos deprimió.

Nos deprimió que corríamos riesgo de morir.

Nos deprimió que muchas personas morían.

Nos deprimió que personas conocidas murieron.

Nos deprimió que hubiera una peste en el mundo, algo apocalíptico.

Nos deprimió estar encerrados.

Nos deprimió que nos metieran vacunas.

Nos deprimió que nuestros hijos no pudieran salir a jugar, a estar con otros chicos.

Nos deprimió que a lo mejor la pandemia iba a durar muchísimo.

Nos deprimió que se revelara que la salud pública estaba destrozada.

Nos deprimió que los negocios de los laboratorios estuvieran por encima del bienestar de la gente.

Nos deprimió que hubiera un vacunatorio VIP, y que alguien a quien respetábamos como Verbitzky lo utilizara.

Nos deprimió que cerraran negocios.

Nos deprimió que tuviéramos que cerrar nuestro negocio.

Nos deprimió que la economía se vino a pique.

Nos deprimió la falta de libertad.

Nos deprimió no poder acompañar a nuestros familiares que se enfermaban.

Nos deprimió no poder velarlos.


Ante la depresión nos hicimos más adictos de lo que ya éramos, a las pantallas y a la “comunicación” que creemos que tenemos con internet.


Mucho de esto quedó.

Es decir, quedó mucha depresión.


Quisimos sacárnosla de encima votando a uno que gritaba desaforadamente “¡Libertad!”, sin fundamento, sin sensatez y nos metimos en un lugar peor, que encima de que venimos mal, nos sacan lo que tenemos y nos cierran más el futuro.


Aún no nos sacamos de encima la depresión.


Seguimos horas y horas frente a la pantalla, como si fueran ventanas que nos permiten escaparnos a otros mundos.


Pero nos vamos dando cuenta de que no hay esos mundos, lo que hay es una bazofia mal hecha a nuestra medida para que creamos que la realidad es lo que a los poderosos le conviene que creamos.


Ya nos vamos dando cuenta de esto, pero no sabemos cómo salir de la depresión y de la pantalla.





 


miércoles, 28 de agosto de 2024

Universales

Cada vez que escucho ese tipo de universalizaciones que suenan tan sabias tipo “siempre los humanos estuvieron en guerra”, “el hombre es egoísta por naturaleza”, “a los pobres siempre los tendréis con vosotros”, “es humano que unos manden y otros deban obedecer”, “en todas partes existe la solidaridad”; cada vez que escucho esos “siempre”, recuerdo una frase de Marguerite Duras, “Me siento constantemente alejada de Roma en aras de otro pensamiento distinto… contemporáneo del de Roma, y que se habría originado en un lugar distinto, lejos de Roma, hacia el norte de Europa, por ejemplo”.

Y pienso en que tantas cosas han sucedido en las sociedades humanas, en 20.000, 40.000 años, quizás más.

Tantas cosas han sucedido en miles y miles de sociedades que se extinguieron. Quizás algunas fueron puramente pacíficas, quizás algunas vivieron en la opulencia durante siglos, quizás para algunas la vida material no tenía importancia, quizás algunas encontraron la manera de estar siempre sanos, quizás hubo sociedades realmente anarquistas, sin poder político; quizás hubo sociedades que vivían en el desierto y, sin escritura, y tenían un sistema familiar tan complejo que las computadoras de hoy no podrían desentrañar. Quizás hubo sociedades con tecnologías inconcebibles, acaso relacionadas con el manejo de la fuerza de gravedad, que construyeron pirámides descomunales, imposibles de construir con los recursos que tenían, vistos desde la tecnología de hoy.

Lo que sí es cierto es que la Humanidad de hoy es lo suficientemente soberbia para negar cualquier cosa que no pueda comprender y destrozar a cualquiera que haga lo que ella no puede hacer.





Paula

 Una vez le dije “Paula” a mi novia.

Bueno, se llamaba Paula.

Pero lo que pasaba era que mi novia anterior también se llamaba Paula.

Y ella lo sabía.

Entonces me dijo:
— Me dijiste Paula como le decías Paula a esa.

— Te llamás Paula, ¿cómo querés que te diga?

— Decime Paula, pero a mí. No te confundas, no me confundas con ella.
— ¡Pero cómo me voy a confundir!
— Estabas distraído y dijiste “Paula” distinto.

Quizás tenía razón.

El varón, muy domado, les digo.




viernes, 23 de agosto de 2024

Regalar un deseo

En el corazón de lo que las personas hacen o dicen, hay deseos.

Uno puede hurgar en cualquier acción y encontrar cuál es el deseo que la provocó.

Me sentí infinitamente feliz con el asado y el recibimiento general que nos hizo Andrés Cuervo, porque fue tu modo de recibir el regalo que le hicimos los amigos que viajamos a Lincoln para estrenar en el centro cultural de Andrés, TeroSeco, la película en la que trabajamos, “Semillas que caen lejos de sus raíces”. 

Es hermoso cuando alguien le regala un deseo a otra persona. 

También es hermoso descubrir un deseo de alguien y cumplírselo o acompañarlo para que lo cumpla.


Un valor temerario

 Hay que tener un valor algo temerario para asomarse al abismo del alma de otra persona.

 

Pero si jamás sentiste la necesidad de hacerlo, no sos amigo de esa persona.

 

 

Un valor temerario

Hay que tener un valor algo temerario para asomarse al abismo del alma de otra persona.


Pero si jamás sentiste la necesidad de hacerlo, no sos amigo de esa persona. 



Niños

 En esta familia, contando lo que se murieron de viejos, ninguno llegamos a la adultez.

 

Nadie se hace cargo íntegramente de su vida.

 

Uno dice, por ejemplo, “gobierne el que gobierne, yo: pongo el lomo. Son todos la misma mierda”.

 

Otra vive la vida que su madre pensó para ella. Odia a la madre porque tiene una vida de mierda, pero nunca se hizo una vida propia.

 

Casi todos se someten a la agenda que imponen los medios. Hablan de lo que ven en la tele, lo que escuchan en la radio, lo que ven en las redes.

 

Romántico

Aquí tenemos a Juan y Pinchame.

¿Quién tiene razón?


— Cuándo alguien te gusta de verdad lo primero que sentís a lo mejor no es ganas de coger, sino de besarle la boca.

— Sos un romántico.

— Si no querés besarle la boca mucho, te querés aprovechar de ella.

— Romántico o te hacés el deconstruido.

— ¿Y vos?

— Yo ¿qué?

— ¿Por qué me agredís?

— Te hacés el que hablás del amor.

— ¿Y cuál es el problema?

— Hablá de otra cosa.

— Puedo hablar de otra cosa, pero ¿por qué te molesta que hable del amor?

— Porque te hacés.

— ¿Cómo sería si no me hago?

— No hablarías.

— Buá. 




lunes, 12 de agosto de 2024

Normalidades

Si querés atrapar una liebre, usás un tipo de trampa; si querés atrapar un oso, usás otro tipo de trampa.


Mi primo de Galicia me grita, asombrado, “¡¿pero cómo tenéis a ese hombre de presidente?!”


Como conozco a mi primo y sé cómo piensa, sé que me está preguntando “¡¿pero cómo tenéis a ese ENERGÚMENO de presidente?!”


Pero no me extrañaría que otra persona le dé un sentido completamente diferente a la pregunta: “¡¿pero cómo tenéis a ese GENIO de presidente?!”


Si quienes están felices con Milei nos parece unos idiotas, es posible que estemos cometiendo el error de atribuirles ver la misma realidad que nosotros.


Si nosotros quisiéramos atrapar un oso y alguien llegara con un débil lazo de alambre invisible, nos parecería un imbécil, salvo que comprendiéramos que esa persona lo que quiere atrapar es una liebre.


Si tenemos un problema 24=(4x/6)·4, queremos despejar la x, le preguntamos a otra persona qué resultado ha obtenido y nos responde un disparate, podríamos comprender que esa persona no está equivocada, sino que no tenía el mismo problema que nosotros.


En menudo problema nos metimos cuando supusimos que Gramsci hablaba de UN sentido común.

Los sentidos comunes pueden ser muchísimos, y cambiantes, y en tensión, solapados entre sí o ser perfectamente intraducibles uno al otro.


La maquinaria de las corporaciones mediáticas, que usan desde la comunicación más elemental hasta todas las redes sociales, está consiguiendo diseñar diferentes sentidos comunes, el que mejor conviene dictar en cada sector.


Esto está llegando muy lejos.

Si unos se obsesionan con la posibilidad de una guerra nuclear, para otros lo más trascendental es una cantante, la energía verde, el fútbol, etcétera. 

Pero no es sólo una cuestión de CONTENIDOS. Cada sentido común es una forma de percepción, una ética, una lógica, una estética. 

Es decir, una percepción del universo y una forma de percibirlo.


Pedro Saborido lo dice bien: “son normalidades diferentes”.




viernes, 9 de agosto de 2024

4 estrategias posibles para nuestra vida

ESTRATEGIA 1

Decidir un objetivo

Una meta

Un sueño

Un anhelo 


Y trabajar para alcanzarlo

Cumplirlo

Hacerlo realidad 


poniendo en el empeño los recursos y habilidades que tenemos.



ESTRATEGIA 2

No decidir ningún objetivo

Ni meta

Ni sueño

Ni anhelo 


Eso no significa que no trabajemos 

Cumplamos 

Hagamos realidad un objetivo, una meta, un sueño o un anhelo 


Sino que cumplimos el plan para nuestras vidas que OTRO tiene para nosotros.


Ese plan puede ser que seamos engranajes del capitalismo, produciendo y consumiendo según nos manipulan.


Esta estrategia se llama ALIENACIÓN. 

Nos aliena de nuestros deseos


ESTRATEGIA 3

Decidimos adoptar el plan que los poderes hegemónicos tienen para nosotros y nos sometemos. 


ESTRATEGIA 4

El posibilismo. 


Cumplimos el plan de la sociedad en la que vivimos para poder sobrevivir


Pero decidimos un objetivo

Una meta

Un sueño

Un anhelo 


Y trabajamos para alcanzarlo

Cumplirlo

Hacerlo realidad 


Poniendo en el empeño los recursos y habilidades que nos quedan.


lunes, 29 de julio de 2024

Ahora bien, el prodigioso encuentro de Lacan y Cheng

Es la última novela de Camilo Sánchez, autor de La viuda de los Van Gogh, La Feliz y Del viento en la ventana.

Buenos Aires, capital de Argentina, se labró a sí misma como un nodo mundial del psicoanálisis llegado de Europa. Con la misma hospitalidad, se ha convertido en el escenario de la mayor fiesta de Año Nuevo Chino en América Latina. Psicoanálisis y China no parecen asuntos enlazados naturalmente. Sin embargo, se cruzaron en París, y el ensamble resultó de una fecundidad asombrosa, en parte porque el psicoanálisis estaba encarnado en el legendario Jacques Lacan, y China en el mayor intelectual de ese país que habitaba Francia, François Cheng. 

Pero empezamos hablando de Buenos Aires, ¿por qué? Porque es allí —no en París, no en Nanchang— donde Camilo Sánchez acertó en descubrir el tesoro de aquel encuentro. Estaba destinado Sánchez a revelar el acontecimiento, porque es lector histórico de Lacan, porque su afición por la cultura china parece provenirle de vidas anteriores y porque está en este mundo para escribir aquello que las angustias del cotidiano nos velan. 

Para Revista DangDai entrevistamos a Camilo Sánchez sobre Ahora bien.

— Hace mucho tiempo que quienes te conocemos sabíamos de esta novela. Llevó tiempo…

— Mi tío Carlos González, que fue pescador en alta mar, preparaba los leños y el asador en cruz dispuesto a cocinar un cochinillo para Navidad y yo que era ansioso y creía que siempre tenía algo más importante que hacer, le preguntaba cuánto nos llevaría la cocción. “Tardaremos lo que tengamos que tardar. Ni un minuto más”, me decía, y ponía manos a la obra. Igual, no deja de ser una locura. En el ensayo La Civilización de la Memoria del Pez, Pequeño Tratado sobre el de la Atención, Bruno Patino nos habla como pocos de la dispersión en estos tiempos rotos y dice que, entre los niños de doce años, la atención plena sobre una sola cosa, rara vez va más allá de los nueve segundos. Más o menos como la memoria de un pececito de color azul cobalto en una pecera. En este contexto, trabajar cuatro o cinco años en una novela, es vintage, desproporcionado, una alucinación sin mucho destino. A no ser que en el viaje se aprenda algo. Este cruce de caminos, entre el psicoanálisis y la cultura china, me convocó para que me quedara allí el tiempo que hiciera falta. Y me enseñó cosas que es lo que importa.

—¿Podés nombrar algunas de ellas?

— Lacan dice, en un momento de su enseñanza, que él no sería Lacan si no hubiera estudiado chino alguna vez. Entiendo que lo dice a la manera de que, en lo posible, solo se deben emprender aquellas cosas que te llevan al mejor puerto de uno mismo. En mi caso, este libro es más o menos eso. 

— ¿Por qué elegiste “Ahora bien” como título?

En este diálogo que se suscita entre el poeta Cheng y el doctor Lacan, que es mi manera de nombrarlos para poder convertirlos en personajes de una historia, el “Ahora bien”, que a veces utiliza en sus libros el poeta Cheng me pareció que condensaba una construcción de a dos, un pensamiento que se replica en conjunto. “Es así, pero también está esto otra posibilidad”, puede llegar a traducirse ese “Ahora bien”. También alude, eso me di cuenta más tarde, al “Ahora bien” ensoñado por tantas personas que ejercen el hecho artístico y que ven, en la fugacidad del instante, un brío, una posibilidad. Eso lo descubrí más tarde, por cierto, como suele pasar casi siempre: lo fundamental aparece sin que el autor, tan en cuestión por suerte en los últimos años, ni siquiera lo alcance a percibir.

— ¿Siempre fue ese título o barajaste otros?

Había empezado la novela con el título “La sombra china de Lacan”, que iba a ser un tributo también a un amigo, poeta y periodista, que se llevó la pandemia, Luis Gruss. Él había escrito sobre el encuentro de Cheng y Lacan en un artículo, en el dominical de un diario de Buenos Aires, allá por el año 2008. De a poco, me pareció que hablar de “sombra” para Cheng, una persona que es de todo menos sombra era excesivo y, por otro lado, ese título hacía pie también en exceso en el doctor Lacan. Ese título inicial se me deslizó entre los dedos con la tarea de escritura y de investigación. Es que se me configuró, primero levemente, y recalé muy fuerte después, en los aportes que en ese diálogo hicieron Cheng y Lacan. Y fue muy parejo. Ambos ganaron con el encuentro. Un montón de cosas ganaron, los dos lo van a reconocer con el tiempo. Con el transcurrir del libro, decía, comenzó el crecimiento de la voz de Cheng, una especie de luz agazapada que rodea su obra, un señor en calma pero dispuesto a ser puente. En “Ahora bien” intenté marcar la paridad del peso entre la palabra del poeta que entonces era ignoto y del psicoanalista ya famoso por entonces.

— ¿Qué cosas de Cheng te impactaron?

— Percibo a través de su obra una rara coherencia. Podemos leer esto, por ejemplo, en Cheng: “El mero hecho de vivir supone un cierto arte de vivir. Por ejemplo, solemos colocar flores que alegren nuestra casa, afinar el oído para escuchar el canto de un pájaro, disfrutar de un jardín de primavera o de una puesta de sol en el mar. Todo eso está bien. Sin embargo, si deseamos ir más allá de los lugares comunes, ir más allá de las costumbres de reservar la belleza para algunos momentos privilegiados, tenemos que aprender a habitar poéticamente la tierra, tal como lo propuso el poeta Hörderlin.” Los que son de verdad, parece que siempre están hablando de lo mismo, ¿no?

— ¿Creció entonces la figura de Cheng mientras investigabas y escribías?

De hecho, el libro tiene algo de tributo a ese poeta y traductor que padece el desarraigo y se construye una nueva vida en Francia. Toda su familia, escapada por el hambre tras la invasión japonesa a China, sigue viaje hacia los Estados Unidos, pero Cheng escucha en las calles la música de la lengua francesa en un poema de Rilke en ese idioma y, con sólo 19 años, decide quedarse en París. 

— ¿Cómo surge tu acercamiento personal a la cultura china?

— Hasta por ahí nomás personal. A esta altura de mi vida y de mis libros, la trama de lo ficticio y lo real se han vuelto territorios difusos. Algo es seguro: hay cosas que se tejen más allá de uno. Una profesora querida, asesinada por la Triple A en 1975, poco antes del golpe de estado de 1976, escribió en un pizarrón de un aula de un colegio salesiano del puerto de Mar del Plata, poco antes de su partida, un poema de Wang Tsi que se titula “El Té” y dice: “Acércate el cuenco a los labios / estás en el paraíso.” En ese colegio, donde Dios estaba tan lejos y metía tanto miedo, ese poema encendió una brasa desconocida. Al tiempo, ya en Buenos Aires, conseguí una traducción -una traducción de una traducción, como pasaba entonces que nadie sabía chino de primera mano- de Alvaro Yunque, un personaje que merece que alguien realice un ensayo sobre su obra. Era una antología de Poesía China, una tapa aurinegra, con los colores de Peñarol de Montevideo. Ahí había poemas que me impactaron de Li Bai, que entonces se escribía Li Po. Ese libro fue un viaje inaudito para un muchacho casi analfabeto. A Li Bai le llegué a escribir, con osadía, a mis veinte años, un poema borroso y apresurado, sin edición. Narraba allí la muerte mítica de Li Bai de quien se dice que se arrojó en aguas del Rio Amarillo para abrazar la luna llena. Nadie sabe si es cierto. Li Bai le había cantado muchas odas al vino y pudo haberle ocurrido eso o acaso esa muerte, narrada de esa manera, fue un invento de alguien que lo amaba. Pero hay una clave en el relato de esa muerte que acaso sea una fábula que es significativa para la manera de entender la cultura de los chinos, ¿no?

— ¿Cómo sería?

— El primer poema que leí chino, dijimos, fue el de Wang Tsi. Para mi perplejidad, en los ochenta, conocí una especie de mito porteño, un sanador y maestro de tai chi que vivía en una casa muy sofisticada -con una huerta en la terraza y un palomar en los fondos- que se llamaba casi como el poeta, Wang Tsing. Una g de diferencia. Alguna vez Wang Tsing apareció en la revista Dang Dai. Entre él y otro pintor de leyenda, Lo Yuao, me enseñaron montones de cosas. Con ellos entendí, como ya dije alguna vez, que no se trataría solo, en cuestiones artísticas, de responder a una especie de canon postulado por tantas tradiciones: un texto, un cuadro, una música capaz de animar alientos armónicos. Lo que no es poco. Lo que es muchísimo. Pero eso no alcanza para la tradición china. El hecho artístico, según propone Teng Ch’un tiene un solo adagio o compromiso posible: transmitir el misterio del espíritu.

— ¿No suena eso un poco religioso?

— Espíritu en el castellano nuestro es una palabra colonizada por las religiones o la new age. Somos muchos los que entendemos -alcancé a comprenderlo, creo, mientras editaba el libro La intimidad de las islas de Gustavo Ng- que una acepción posible de Espíritu, en nuestra lengua cotidiana, puede ser la palabra Intimidad, más acorde con nuestra percepción. 

— La vieja concepción china del arte como ejercicio sagrado…

— Es que tiene una lógica rigurosa que, para un chino no religioso, que son la gran mayoría de los 1.400 millones de chinos, las obras legadas por sus antepasados como Lao Zi, Shitao o Mengzi, que tienen miles de años de garantía, tengan el peso de lo sagrado. El enorme aventón que significó para mi tarea que fueran esos tres autores, que había frecuentado por mi cuenta, a los ponchazos, sin rigurosidad, por puro gusto, los mismos que eligiera el doctor Lacan para indagar en la cultura china de primera mano con el poeta Cheng, una tarde de 1969 en París, es algo de lo que no soy del todo responsable. 


FRAGMENTOS

Principio y fin: tributos a Francois Cheng

En la deriva, el prólogo 

se convierte en un tributo

Solo la ficción parece ser capaz de trascender el crudo acontecimiento, solía decir Edmond Jabès. 

Es notable escuchar a un poeta de su talla insistir con tanta vehemencia en favor de la ficción.

Edmond Jabès sabía lo que estaba haciendo cuando se escudaba detrás de otros nombres, rabinos que inventaba, puro cuento, en sus mejores poemas. 

Solo la ficción es capaz de recobrar un acontecimiento en sus repercusiones más íntimas, argumentaba en uno de sus libros de entrevistas, Del Desierto al Libro.

En sintonía con Edmond Jabès, a quien secretamente admiraba entre sus poetas preferidos, el doctor Lacan discutía y mostraba su enojo con Sigmund Freud.

Como si no pudiera ver en la verdad, que es su pasión, la estructura de ficción que está en su origen, le recriminaba, como si lo tuviera delante suyo, en alguno de sus seminarios de los miércoles.

Es siempre más o menos así. Con mayor o menor pericia se narra, como en un sueño, algo que pudo haber sucedido.

Mi abuela Rosalía Martín me mandaba de niño a llamar a mi abuelo, Clemente Román, que dormía la siesta en los fondos de la casa. 

Mi abuelo reposaba cerca del gallinero y el paredón de ladrillos sin revocar, bajo un árbol de ramas que caían como una fina lluvia. Después supe que era un sauce.

-Andá a recordar a tu abuelo- me decía.

Me pedía que lo fuera a recordar, que lo trajera del sueño. Acaso escribí este libro, casi sesenta años después, para tratar de entender por qué, en el castellano antiguo, recordar y despertar eran la misma cosa.

Uno de los personajes centrales de esta historia, François Cheng, vive aún en París. Cuando aparece, poeta mayor, soberano de mil batallas, lo hace bajo un soplo luminoso.

A los 94 años, en su libro más reciente, escribe sobre el destello final del alma y deja sobre la mesa preguntas de alta perplejidad, y siempre tiene a mano alguna frase de las que tocan el cuerpo con la leve descarga de una brisa.

Es aquí donde el prólogo se convierte, de alguna manera, en homenaje. Esta tarea está dedicada a ese poeta que escribe en una lengua francesa susurrante lo que rescata de la antigua lengua china. 

A François Cheng, entonces, este libro porque usted ha podido cruzar, hacia un lado y hacia el otro, los enigmas que flotan en las grandes aguas.


A manera de un epílogo 

que cuenta finalmente 

el inicio de la historia

En estos tiempos de miserias omnipresentes, de ciegas violencias, de catástrofes naturales o ecológicas, podría parecer que hablar de la belleza es incongruente, inconveniente, provocador, casi un escándalo, decía el maestro Cheng.

Fue el 5 de noviembre del 2010, en la sala mayor del Collége des Bernardins.

Estaba allí el poeta Cheng para hablar de la belleza.

Con un mínimo esfuerzo puedo verlo de nuevo: la figura inclinada de Cheng levemente hacia adelante, el saco oscuro, el jopo legendario, las palmas abiertas como buscando envolver, cada frase, en una vibración distinta.

No bajaba la vista de sus alrededores. 

La belleza se sitúa en el otro extremo de una realidad a la que debemos hacer frente, dijo, en algún momento el maestro Cheng.

Se lo escuchaba muy bien desde la fila doce, pese a un hombre canoso y reconcentrado que respiraba con inquietud en una butaca próxima.

La belleza es una forma de la bondad, dijo, y la mirada de Cheng sobre todo, que iba y venía de la platea, por encima de los anteojos de lectura, calibrando el clima de la audiencia.

Recuerdo perfectamente cuando dijo:

-Todos hemos experimentado la belleza.

-Todos -dijo la voz de Cheng- compartimos impresiones comunes sobre la belleza: un cielo estrellado o un paisaje grandioso con un lago en el centro.

En el tono de quien se demora en cada palabra. 

Pero -hizo una pausa, como una advertencia – lo cierto es que también encontramos la belleza en lo pequeño: una hierba insignificante rozada por la brisa o el vuelo de un pájaro entre nubes.

La frase pareció tocarme.

Miré por encima de la voz de Cheng, como buscando aire. 

Y mientras recalaba en lo que transmitían las palabras de Cheng, esa sensación de que la belleza rondaba en lo más cercano, pude verla. 

Recortada contra un panel celeste, que iluminaba la sala: allí aleteaba con cierta furia, en el aire, una polilla mínima sin nombre.

Sola, de espaldas al fraseo hipnótico de François Cheng, el pequeño insecto volaba, cerca de las palabras, brillaba como en un sueño.

Buenos Aires, marzo de 2023


Camilo Sánchez

Nació en Mar del Plata en 1958, y ejerció el periodismo en medios gráficos durante casi 40 años. En 1986 fue autor, junto a Néstor Restivo, del libro Haroldo Conti con vida, reeditado en 2002 y 2016. Su novela La viuda de los Van Gogh (Edhasa, 2012) se publicó en Argentina, México, España, Alemania, Italia y Francia. En 2014 su trilogía poética Del viento en la ventana fue finalista del concurso Olga Orozco, con un jurado integrado por Juan Gelman, Gonzalo Rojas, Antonio Gamoneda y Jorge Boccanera. En 2018 presenta su segunda novela, La Feliz (Edhasa). Desde 2008 integra el grupo de psicoanálisis La aldea que coordina Beatriz Taber. En Buenos Aires conduce actualmente el sello editorial independiente El Bien Del Sauce.


sábado, 27 de julio de 2024

Lugares

Un banco en una plaza.

Un lugar alto en una montaña.

Un puente.

Una cama.

Una estación de tren en una ciudad desconocida.

La orilla de un arroyo (conversa ribeira).

La oscuridad.

Lugares en donde surge en una charla la verdad.




viernes, 26 de julio de 2024

Quien llora

Porque se ha hecho grande. 

O porque está tomando unas pastillas. 

O porque no habla con nadie. 

O porque las cosas están mal en el país —ve una mujer y un hombre durmiendo en la vereda, con el frío que hace.

O vaya a saber por qué, en cualquier momento le sobreviene un llanto.

Quisiera hacer ruido, pero llora en silencio. 

Tal vez se mira las manos, o no mira nada. 

Llora. Sabe que no hay solución.




No sabe que en otro lugar de la ciudad hay otra persona que porque se ha hecho grande, o porque está tomando una pastilla.

O porque no habla con nadie o porque las cosas están muy mal en el país y vio una mujer y un hombre durmiendo en una vereda con el frío que hace. 

O vaya a saber por qué, en cualquier momento le sobreviene un llanto.

Quisiera escucharse llorar pero llora en silencio, tal vez mirándose las manos o no mirando nada, sabiendo que no hay solución. 


sábado, 20 de julio de 2024

Amanecer

A veces voy a algún lugar a pasar el amanecer.

Cosas que hago cuando viajo y me olvido de visitar las postales.

Una vez fui a un puerto de Estambul, de donde salía el ferry al barrio de Kadiköy. Me senté en un banco cuando aún era de noche. 

No hice nada. Ni leí, ni escuché música, ni un podcast, ni escribí. Sólo me senté en medio del amanecer que ocurría a mi alrededor.

En un banco al lado mío dormían dos adolescentes, uno más grande, otro más chico, envueltos en abrigos.

Fueron llegando pasajeros. Gente que entraba a trabajar muy temprano. Primero eran unos pocos, luego a cada ferry subían más.

Un kiosco abrió —el kiosquero levantó la cortina de metal, encendió las luces, puso música. Al rato comenzó a salir un humo casi imperceptible de una chimenea pequeña.

El agua aún estaba negra, pero arriba, en el cielo, de a poco, sin que uno se diera cuenta, iba disolviéndose la oscuridad.

Cuando estuvo más claro, las palomas se largaron a volar.

Un rato después, ya el cielo tenía claridad y las cosas se hicieron grises y comenzaron a verse sus detalles.

Ya subía una muchedumbre a los ferries que llegaban, haciendo su escándalo de agua.

Ya el kiosco tenía tres clientes. 

De repente, el cielo había perdido todo color, con una última estrella que no se quería ir —como yo no me quería ir. 

Pero entonces ya era de día. El amanecer había terminado.

Como si yo me hubiera quedado dormido sin darme cuenta y me hubiera despertado, el día era tan normal, era tan natural que fuera de día, que yo no podía recordar cómo era cuando todo aún era de noche.

Debí haber tomado una foto para luego recordar, pero quizás esa sensación de que algo que sucedió ya no volverá nunca es necesaria para que uno pueda tener intimidad, con un lugar, con un momento, con uno mismo.

La intimidad se hace importante cuando todo está a la vista.

Me levanté —bastante duro— del banco y volví caminando al hostel. Me acosté entre dos chinos, un turco que roncaba y tres gringas, y me quedé dormido.





Economía

Un líder que entienda bien la economía diría esto:


El pensamiento es puro valor agregado.

¿Qué es la ética?

 Si es mayor que vos le das el asiento.

Nada más.

miércoles, 17 de julio de 2024

Sin chicos

La infancia, las infancias, los chicos, no son un tema del actual Gobierno argentino —es generalizado. 

No existe ninguna imagen de los gobernantes relacionada con chicos. 

Los chicos han desaparecido. 

Sólo hay carcamanes y adultos grandes, furiosos, amargos, ricos, gente del poder. 

En vez de hijos, el presidente exhibe perros. Amo los perros y cualquier político barato puede sacarse una foto barata con cualquier pibe para buscar impacto demagógico, pero acá hay más. 

Cuando hay amor por la gente que se representa, inevitablemente aparecen los pibes. Acá no hay una pizca de consideración por la gente. Sólo hay una orgía helada, de poder y violencia.




Entre extranjeros

 Yo tenía 13 años cuando empezó la dictadura de Videla. Empecé la secundaria, la edad de salir de la familia a la sociedad, cuando empezó la dictadura. A mucha gente le salía el Hitler que tenían atado adentro. La regente de la escuela a la que yo iba nos tenía 20 minutos formados a las siete de la mañana en el patio a la intemperie, con dos o tres grados en invierno, en silencio total. Nuestros cuerpos se helaban, tiritábamos incontrolablemente, los pies como hielos. Ella caminaba entre las filas con una regla gigante de las de pizarrón, y si alguien se movía, le pegaba un reglazo. Alguien, de 15, 13 años. Era feliz, ella y las demás “autoridades” que asistían al espectáculo, porque al fin podían hacer lo que querían: actuar violentamente con perfecta impunidad.

En los años siguientes, mientras vivimos abusados en nuestro cotidiano por todos los que sentían que el abuso estaba legitimado, un placero o un tío, una empleada del Registro Civil, un portero, nos enterábamos de que los militares habían asesinado una familia entera en una casa de la calle Corrientes, de que había cárceles clandestinas, de que las torturas y los asesinatos se habían vuelto parte de lo que hacía el Gobierno.

Todo eso se me hizo carne. Todo eso me hizo. Soy lo que esa dictadura nauseabunda hizo de mí.

Le transmití esto como historia genética a mis hijos. La historia la conocen más o menos, pero sí tienen la alerta, el sentido de la justicia, el sentido del abuso. En cambio, escucho a muchas personas que parecen no tener ese registro profundo de la dictadura, parecen no haberla vivido, el miedo en el hígado, y que por eso aprueban este Gobierno nazi que tenemos ahora.

Ante esas personas siento, desconcertado como en un sueño, que estoy en otro país, poblado de personas que vinieron de afuera, que habla y decide sin saber lo que pasó en esta tierra.

Pero es peor. Esas personas son básicamente las que aprobaban a la regente que se daba el orgasmo de hacer un campo de concentración con adolescentes. Quieren que el presidente baje la imputabilidad a los 13 años porque odian a los negros y a los chicos. Quieren que Milei les meta la motosierra en el culo y la encienda.


“Pobre pájaro atrapado en tus propias palabras”, le dice una bárbara a un civilizado en una obra de Alfonso Reyes. 

Hace unos días escuché a un intelectual diciendo que considera a Milei un revolucionario, porque quiere cambiar la realidad. Pobre intelectual, atrapado en una formulación lógica que no sirve para nada. Milei es el payaso puesto por las fuerzas que sólo quieren llevar las cosas a lo más revulsivo de nuestro pasado.





lunes, 15 de julio de 2024

Ángeles

Me dice Pau:

— Estoy absolutamente enamorada de mi marido. Lo admiro, me deslumbra, igual que hace veinte años, cuando lo conocí. Lo más feliz que me ocurrió en la vida es estar con él, y sufro pensando que nuestras vidas se terminarán sólo porque no seguiremos juntos, porque no estaré más con él. Lo miro, no le digo nada, pero me corre algo por dentro —y él lo sabe, y eso lo hace más hombre y le da más seguridad en sí mismo, y a su vez eso me encanta.

Sigue:

— Pero Fran también me vuelve loca. No puedo comparar. Son como dos universos distintos, que no se tocan, no tienen nada que ver uno con el otro. A Fran le doy clases y jamás nos tocamos, y nos tratamos con algo de distancia —quizás porque sabemos lo que nos pasa—, pero nos miramos, y yo lo miro y se me derriten las moléculas, y se me hacen luminosas, como si se me transformara el cuerpo en un cardumen de luciérnagas.

Al fin:

— Quiero tanto a mi marido, necesito tan desesperadamente que sea feliz, que sea el monumento humano que es. Jamás le contaría lo de Fran. Lo mataría. No entendería que lo que me pasa con Fran no disminuye ni un miligramo lo que me pasa con él, ni tampoco le suma, porque son cosas que no tienen nada que ver. A la vez, le estoy ocultando algo, y si un día me llega a preguntar si le oculto algo, voy a tener que mentirle, y no quiero mentirle. Se rompería algo entre nosotros, que también somos como dos ángeles hermanos. No sé qué hacer.



domingo, 14 de julio de 2024

Vidas en contacto

1. Yesica

Jessica, o Yesica, vaya a saber cómo se escribe, pensaba Abel. Era una piba que trabajaba en el programa de servicio social que él coordinaba. No estaba en la línea del frente, atendiendo al público, sino que era asistente en la administración. 

Era tema de comentarios lo bonita que era, y lo vanidosa, que no tenía novio y rechazaba las invitaciones con desaire. En aquella época, Abel jamás cruzó una palabra con ella.

Diez años después, le llegó a Abel un mensaje por una red social, “cómo estás?” Era su carita hermosa, un poco angelical, con un toque despiadado en la mirada.

Sin responderle, Abel comprobó que su nombre se escribía “Yesica”, y se puso a curiosear las publicaciones que ella había hecho. 

Supo que había tenido dos chiquitos, tan bonitos como ella, observó que vivía con sus padres, y tal vez con hermanos u otros parientes también, que estaban en la mayoría de las fotos. Le pareció que vivía en algún lugar del conurbano, tal vez Claypole, Lomas de Zamora o Florencio Varela. Algunas fotos eran en una pileta pelopincho, otras en una habitación iluminada escasamente por una lámpara de 60 Watts, o en un comedor pequeño, llena de cosas de colores. Había muchas paredes sin revocar, muchas personas alegres y en un video la familia festejaba algo y “Yesica” mostraba cómo bailaba cumbia con sus hijitos. 

“Menos mal que no hay una selfie en un baño”, pensó Abel.

En ninguna foto estaba con un hombre. 

“Se separó”, pensó Abel. “O tuvo los chicos de soltera”.

Y ahora estaba ese “cómo estás?” en la cajita de los mensajes personales. 

Pensó en responderle. Y pensó que si lo hacía se metería en el baile. Se verían en un bar, fernets, ir a bailar, luego a la casa de él.  Los días siguientes se escribirían, repetirían las salidas, luego más seguido, en otras partes. Se enamorarían. Se pondrían en pareja y entonces la familia de Yesica, y entonces los chicos, y en un par de meses ya hablando de vivir juntos, y en eso Yesica quedaba embarazada. 

De ahí en más, una vida con Yesica.

Y ¿quién era Yesica? ¿Qué pensaba? ¿Qué anhelos tenía? ¿Qué pensaba del momento del país? ¿Cómo se veía a sí misma? ¿Qué contradicciones tenía? ¿Qué la apasionaba? ¿Qué quería para sus hijos?

 Las fotos y las frases que había subido a la red social no revelaban nada de su pensamiento —¿los tendría?—, ni de sus sentimientos, más allá del amor a su chicos y de su aceptación de la vida en familia.

Abel no veía a Yesica, pero veía la vida de Yesica. Si le respondía, entraría en contacto con esa vida, pondría en contacto su vida con la de ella.

Quizás ella le gustaba mucho, y él a ella, pero sus vidas parecían ser incompatibles.



2. Hans

A Lily, Gao Ling, le agradaba que Hans fuera alto y que siempre sonriera. Sin embargo, su fuerte olor a hombre, sus gigantescos dientes de caballo, sus manos velludas, sus robustos huesos prominentes, su falta de armonía al moverse, le causaban una mezcla de extrañeza y rechazo. Era demasiado diferente. Era otro tipo de humano. 

Lo que fascinaba a Lily de Hans era su osadía de meterse en China dispuesto a soportar todo lo que le sucediera, dispuesto a pagar el precio que fuera necesario. La encendía la voluntad inquebrantable de Hans de instalar una escuela de violín, la inspiración que él había tenido de compartir lo que sabía hacer con los chinos y la determinación con que lo había logrado, sin amedrentarse ante los muchos obstáculos que fueron apareciendo.

Lily supo que era el hombre de su vida, no él, con su pestilencia de bestia que nadie aseaba, su barba pinchuda y sus enormes orejas de Neandertal, sino su vida. En todo caso, aunque bastante brutalmente fabricado, Hans era un producto de su vida, de su deseo de ir siempre más allá, de su intrepidez y su espíritu aventurero. 

Hiciera lo que Hans hiciera de su vida, Lily quería estar en esa vida.



3. Ziyi y su padre

Mi padre, Ng Ping-Yip nació en la provincia de Guangdong, vino de muy joven a Argentina, se casó con una nativa y se hizo un argentino más. Cuando mi hermana Anita y yo nacimos, casi no sobrevivían rasgos chinos en él y naturalmente no nos enseñó el idioma ni nos habló de su pasado en China. 

Desde que éramos adolescentes, mi hermana Anita conoce un aspecto de mí que nadie más percibe tan finamente, como si me espiara desnudo: mi neurastenia por lo perfecto, mi intolerancia ante cualquier cosa que no sea de la mejor calidad. 

Esto me hace tirano ante la realidad. Un tirano que tiene algo de oriental. De esos que si le traen una comida que no tiene el gusto apropiado, hace echar al cocinero. En mi realidad, si alguien estuvo 22 días preparando un informe y cuando me lo entrega le encuentro una sola idea que no está impecablemente formulada, le hago hacer el informe entero de nuevo. No me importa que se angustie, que llore, que tenga que quedarse a deshoras y no pueda estar con sus hijos.

Este es un rasgo que también tiene mi padre, y que también tiene Gastón, el hijo de mi hermana.

Claro que es un rasgo entre otros. Por otra parte, es un trazo que la realidad nos ha domado a los tres —básicamente, no hemos sabido crear las condiciones para estar en posición de ser tiranos.

Sin embargo, es un rasgo que no acaba de disolvérsenos.

En esto que estoy contando no me interesa ser querido, sólo necesito decir la verdad.

Cuando estoy con mi padre, choco de un modo inexorable, rey contra rey, orgullo contra orgullo. Él manda, yo mando. No acepto su autoridad sobre mí porque ya soy un rey, él no acepta la autoridad mía porque es el rey padre.

Esta es una de las razones de mi enojo por no haber sabido construir una relación con Isabel (de nuevo, hoy no me interesa ser querido, sólo necesito decir la verdad, aunque me abochorne). Yo sentía que Isabel era la mujer adecuada para mí porque satisfacía mi aspiración de pertenecer a la clase alta, lo que corresponde a mi exigencia de perfección —si estoy en esta sociedad, quiero estar en el mejor lugar.

Si yo viviera en China, claramente buscaría hacer una pareja con Ziyi porque es hermosa, aprecia lo mejor de mí y de mi vida, su padre el artista Lou Zhijie, entre los que mejor venden en el mundo, me aprecia de la misma manera; es rica, inteligente, sabe lo que quiere y, en fin, es perfecta.

El toque oriental que mencioné de mi tiranía aparece cuando pienso en cómo sería esposo de Ziyi y yerno de Lou Zhijie. Percibo que en China ser tirano no generaría ningún problema. Al contrario, hija y padre esperarían eso de mí, porque sabrían que es mi modo de buscar lo mejor.

Y eso es lo que me une a ellos. 



Esther

Estoy de duelo porque se me terminó una serie.

Larguísima, de 72 capítulos.

Debería haber una palabra para esta sensación de vacío, orfandad, nostalgia adelantada, tristeza, soledad.

Todo este tiempo, cuando me preguntaban cómo estaba, yo respondí:

 

1. Refiriendo actividades

 

2. Si la persona era más cercana, exponiéndole pensamientos

 

3. Si era más cercana aún, le contaba pensamientos y sentimientos respecto de las cosas y personas de mi vida

 

4. Si era una persona íntima, le confesaba temas de fondo

 

Son 4 cauces naturales, ordenados, para responder a "cómo andás", si avanzás de “bien, bien”.

 

Mis confesiones no tienen problema en revolver el cuchillo en la herida. Aún así, si hubiera sido honesto en el sentido de hacer lo que sentía en lugar de hacer lo que se supone que hay que hacer, todo este tiempo hubiera contado lo que pasaba en esa serie.

Que tal actor me parecía limitado.

Que veo las discusiones de los guionistas.

Que no soporto que Brenda le meta los cuernos a Nate.

Que si Claire fuera un toquecito más madura hubiera aprovechado la riqueza que había en su novio porque por esa riqueza se permitió ser puto un rato.

Que las personas no se vuelven locas como George.

Que Maggie era un ángel.

Que esa rabina fue la mujer más hermosa de todos los 72 capítulos.

Que el portorriqueño habla español como el orto.

 

Todo este tiempo de mirar la serie mi vida fue mucho vivir la serie

El resto de mi vida no era tan interesante

 

Así era una vecina que tuvimos, que se llamaba Esther.

Cuando le preguntabas cómo estaba, decía que más o menos, porque Rolando iba a dejar a Teresa, el muy idiota, sin pensar que a Teresa la conoce desde que eran chicos, que están hechos uno para el otro, y es buena y lo va a querer toda la vida, y la va a dejar, el muy guampudo, por esa chiruza que a la primera de cambio le va a poner los cuernos...

Y seguía un rato, Esther.

No tenía vida, con el marido enfermo todo el día sentado en una silla en la vereda, y ella fregando y cocinando.


 


Ella

 No voy a poner los nombres, porque después dicen que invento.

Me referiré a ella y a él.
Pero quiero que sepan que este es un caso absolutamente real.

Él le dice:

— Boluda, sos resexópata. Cada vez que tenemos un problema, en vez de hablarlo, lo tapás con sexo. Te empiezo a decir algo, me tapás la boca y me cogés. Te digo que estoy triste, y me cogés. Estás triste vos, y me cogés. Cuando estamos aburridos, me cogés. Si estamos nerviosos, me cogés. ¿No sabés hacer otra cosa?

Ante estas palabras, ¿qué les parece que hace Ella?

Tuvo que intervenir la hermana de ella (tampoco pondré su nombre).

— ¿No te das cuenta de que ella te quiere como una loca? —le dijo a Él.

— Yo no digo que no me quiera…

— ¿Y entonces qué te pasa? Su manera de manifestar el amor es el sexo. Vos hablás, vas al psicólogo, hablás, hablás, hablás. Querés hacer melodramas, te ponés romántico, te gustan las complicaciones, querés que estén enamorados como en las películas. Bueno, vos sos como sos, y ella es como es. Te quiere, te da. Punto. Aceptala como es.

miércoles, 10 de julio de 2024

Una pausa

Lo que me pasó con Daria es que se me abrió una pausa.


Como le dice Ifigenia a su hermano: “abriste una pausa entre dos mundos”.


Se suspendió por un momento mi pensamiento, hice un perfecto vacío para que se llenara con ella, con su voz, sus ideas, sus hermosos ojos.


Y entonces no sólo sus ojos me parecieron hermosos, sino toda ella. Toda su historia, su sensibilidad, su alegría, su ímpetu, su iniciativa, su boca, su tiempo, sus inseguridades, sus dedos, su subjetividad repartida en dos mundos, su cabello.


Supe entonces que sucedería lo que luego sucedió: que ese instante de suspensión era una llave en mi mano. 

Una lupa. 

Una linterna. 

Un encendedor. 

Unas tijeras. 

Un condimento de la India. 

Un combustible. 

Una forma de hacer un nudo. 

Un polvo mágico. 

En cualquier momento, con cualquier persona, puedo sacarlo de mi bolsillo y usarlo.





martes, 9 de julio de 2024

Los estúpidos que ponen todo lo que tienen en cada cosa que hacen

Un escritor Kurt Vonnegut escribió que “la gracia fundamental de Laurel y Hardy consiste en que hacían todo lo posible en cada prueba”.

¿Qué quiso decir con “gracia”?

¿Por qué le parecía divertido que hacían todo lo posible en cada prueba?

No sé si lo entiendo pero algo en mi interior lo entiende muy bien. 

Amo a los estúpidos que ponen todo lo que tienen en cada cosa que hacen. 

Los que no calculan, los que no se guardan, los que no ponen nada más que lo que conviene. 

Cuando se hacen grandes, cada vez ponen más, porque han acumulado más vida. 

Llega un momento en que pueden perder todo lo que tienen de toda su vida, y eso puede resultar una tragedia. 

Quizás por eso Vonnegut también escribió de Laurel y Hardy, el Gordo y el Flaco, que “hay una terrible tragedia en ellos en algún sitio. Esos dos hombres son demasiado amables para sobrevivir en este mundo y están en terrible peligro todo el tiempo”.


viernes, 21 de junio de 2024

Una cuerda

 Vivo solo.

Salgo poco. 

Estoy lejos y no tengo muchos amigos.

Si voy a encontrarme con alguien o si recibo a alguien, espero que nos toquemos una cuerda de adentro.

Me horroriza verme seco cuando salgo del mar.

Me hace saber que mientras me creía vivo, he estado muerto.

Para salir seco luego de estar con otras personas, mejor no la veo.

Quizás por eso es que estoy solo.



miércoles, 12 de junio de 2024

Sentado en el parque

Caminando sin rumbo por los senderos del Parque Saavedra, usando los senderos como laberinto, encontré a un viejo sentado en un banco. 

El viejo no hacía nada. Tenía las manos en los bolsillos de su sobretodo. Se veía que tenía frío.

No usaba celular, ni leía el diario, ni miraba en alguna dirección.

No hacía nada.

Me senté al lado, me presenté sucintamente —“soy un vecino”—, me dio la mano. Su actitud me movió a que le dijera lo que iba pensando, algo que dijo Kierkegaard sobre la alienación que viene después de que uno se atreve a hacer una movida y el vacío que corroe a quien no se atreve.

No le mencioné “Kierkegaard”, y pensé que el viejo tal vez sólo hablaba de la yegua de Cristina o de la jubilación o de sus achaques, y entonces mi comentario era una desubicación total, incluso grosera. Pero el día estaba tan desapacible, tan arrasado por la soledad, que no me importó. Si me salía con una boludez, me iba.

Pero en cambio me dijo: “lo que dijo Kierkegaard es que atreverse produce un desbalance, no una alienación”.

Y se puso a hablar de Kierkegaard. Pausada, largamente. Como si pudiera hablar de Kierkegaard eternamente. Podría entretener a la Muerte hablándole de Kierkegaard y postergar su muerte para siempre, en ese banco frío, en medio de los grandes árboles del parque.

Lo escuché. No era fascinante, pero era preciso y hablaba honestamente. No hablaba para otra cosa que para masticar los pensamientos de Kierkegaard que repasaba.

No sé cuánto tiempo pasó.

Al final me dijo “bueno, me voy. Disculpe si lo agarré de cliente. Mi boca es una caja de Pandora, si la abre, aténgase a las consecuencias”.

Me quedé en el banco, con las manos en los bolsillos de su sobretodo.

No saqué el celular.


viernes, 7 de junio de 2024

“Semillas que caen lejos de sus raíces”



Una maestra de horticultura que llegó de niña y vio a su padre crear un parque de bambúes chinos. 

Sus hijos. 


Una psiquiatra que asiste a las parturientas chinas que no pueden decirle a los médicos qué sienten. 

Y su mamá y su hija. 


Un pibe futbolista que podría jugar en la selección de China. 

Y su familia. 

Una psicoanalista que dedica su vida a difundir el psicoanálisis en China. 

Una profesora que llegó a los 13 años y hoy dirige una instituto para enseñar chino. 

Una joven que intrépida que vino porque Argentina es el lugar más alejado. 


Un periodista que va al país de sus ancestros para traer historias que contarle a los argentinos. 



La última película de Tomás Lipgot cuenta historias cotidianas de chinos y descendientes de chinos que construyeron su vida en Argentina. Como un cactus crece entre plantas tropicales, como un pato es adoptado por una mamá gata. 


El documental se llama “Semillas que caen lejos de sus raíces” y fue estrenado en el Cine Gaumont. 


El documental dirigido por Tomás Lipgot, de una calidad técnica y humana extraordinaria, es una reflexión sobre los chinos que llegaron al otro lado del mundo, sobre el fundamento migrante de los argentinos, sobre el fundante hecho humano de la migración.

También ofrece una visión muy elaborada sobre las infinitas posibilidades de construir una identidad en el proceso de integración en una sociedad de orígenes múltiples. 



Fue realizado con el apoyo del INCAA, es una muestra del talento cinematográfico argentino que debería alentarse en lugar de ser destruido.



jueves, 6 de junio de 2024

Un presidente fascinante

La palabra “casta” es genial. Un pedacito de muchos votos a Milei fue a su genialidad.

Muchos lo votaron en parte, apenas, pero lo votaron —también— por su genialidad.

Por esa genialidad.

Es la genialidad de los psicóticos.

“Si no llegan a fin de mes estarían muertos”.

Esa literalidad.

No es que esté captado por la literalidad, sabe que está engañando, pero se anima a esa literalidad.

Fascina como fascinan los locos. Fascina alguien que viva sabiendo que lo están buscando unos agentes de Putin para matarlo. Fascina que otro viva en otra realidad. Y fascina más aún si no está sometido a eso, sino que puede decidirlo. Esa persona tiene poder.

De allí sale la palabra “casta”. La primera “casta” es un concepto elemental, ordinario, pero enseguida empieza a largar un jugo corrosivo, luego penetra, finalmente le da sentido a las cosas, crea realidad.

Como la realidad de los agentes de Putin.

“Casta” empiezan siendo los parásitos de la política (no los delincuentes privados) y luego es cualquiera que tiene un trabajo en el Estado, estable, luego cualquiera que tiene trabajo estable, luego cualquiera que tiene algo que un “nosotros”, no tiene, o sea, un privilegiado. Un profesor es “casta” porque tiene autoridad, alguien que pertenece a algo que lo contiene —una religión, un sindicato una escuela— es “casta”. Para odiar a alguien basta encontrar que tiene algo que yo no tengo: se lo siente “casta”. 

“Casta” es algo religioso. Se dice de alguien “es casta” y es como cuando en una aldea se señalaba a una mujer y se le decía: “es una bruja”. No importaban las razones, lo que importaba era que hubiera brujas. Lo que importaba era que existiera esa otra realidad que fascinaba.

Esa es una genialidad de Milei. Como dijo “casta” dice cosas todos los días. Un poco se votó esa genialidad y el atrevimiento de ponerla en juego, además jugándose, porque se juega a que lo tratan de loco, lo encierren, lo maten.

Además de votárselo por genio, entonces, se lo votó por valiente. Pero ese es otro asunto.




martes, 4 de junio de 2024

Un Hamlet Chino

Cierta vez, mi amigo Javi, al estacionar, golpeó con su auto a otro. Desde la puerta del edificio de enfrente se oyeron los gritos de alguien que se acercaba rápidamente.

— ¿Pero qué hacés, boludo? ¡Me chocaste el auto! ¿Dónde aprendiste a manejar? ¡Puta madre!

Estábamos en Bariloche y aquella era la voz de un porteño inconfundiblemente porteño. Mi atención se fijó tanto en las puteadas, quizás un poco exageradas, como en el acento y la voz de porteño.

Fue todo en un instante. Me doy vuelta para mirar a Javi y veo que no puede contener la risa. ¿Qué le pasaba? 

Recién entonces vi al tipo: era un perfecto japonés. 

Javi se bajó del auto para pedirle disculpas, pero estaba demasiado tentado. Cada vez que miraba al tipo a la cara largaba una carcajada.

— ¿Qué te pasa? ¿De qué te reís, idiota? —lo increpaba el japonés, y Javi cada vez se reía más y más y le pedía perdón todo el tiempo.




Resulta difícil encontrar una queja más razonable que la del actor Nacho Huang cuando me explicó que dedicaba toda su vida actuar, que se venía formando desde muy joven, que invertía en sus obras todo lo que ganaba, todo su tiempo en los ensayos, en escribir y en ver teatro y cine, pero que aún grande jamás había conseguido otro papel que el de chino.

"Los otros días un productor me dijo: 'sos el más talentoso de los que se presentaron en el casting, pero… sos chino'”.

Cuando Nacho aparece en una escena, aunque sea Hamlet, la gente ve, ante todo, un chino.

Lo mismo sucedería si fuera negro o indio —y lo mismo sucedería si fuera caucásico y actuara en China.

A lo sumo, la mente de los espectadores pensaría “mirá, un Hamlet chino”.

No hay modo de obviar ser chino. Y sucede en el cine, sucede en la vida real: un negro que es una eminencia en psiquiatría, presidente de la más importante sociedad de psiquiatras, millonario, golfista, profesor destacado de una universidad muy prestigiosa, si está en el lugar incorrecto con la ropa incorrecta, es candidato cantado a ser considerado un delincuente. Corre el riesgo de Floyd.

De modo que Nacho Huang ha debido hacer algo con sus rasgos de chino. No puede ser simplemente Hamlet. Debe hacer algo con ese “chino” del “Hamlet chino”.

Puede usarlo a su favor, pero a condición de no tratar de disimularlo.