En esta época en
que faltan artistas e intelectuales que arrojen un poco de luz para que los
demás miremos por dónde andamos, aparece el macizo Daniel Santoro con un texto
en el que relaciona el fantasma neurótico del goce con los negros peronistas.
“Es un poco la idea
de que el goce es siempre el goce del otro”, dice, y da el ejemplo de “cuando
uno ve a un negro gozando en un lugar espectacular… en un lugar que sería para
ricos, queda afectado por el fantasma neurótico del goce. Este negro está
gozando de algo de lo que yo debería gozar. Yo no puedo ser feliz porque este
negro es feliz. Este negro debería dejar de ser feliz para que yo pueda empezar
a serlo, esto se ve ahora en los cacerolazos, aparece siempre. Es un fantasma
que despierta el peronismo. Que es especialista en ubicar a un negro gozando al
lado de un blanco que no lo quiere ver gozar.”
Y entonces Santoro
hace salir a escena a Evita: “Por eso Eva Perón pone los hoteles sindicales en
el centro de Mar del Plata. Habrá preguntado a sus asesores ¿Dónde van a gozar
los blancos? A Mar del Plata señora, le habrán dicho. Bueno… ahí vamos a hacer
los hoteles sindicales. Entonces los blancos se corrieron y empezaron a gozar
en otro lado, al norte de Mar del Plata, en Pinamar. Pensando en esa lógica, si
viviera ahora Eva Perón le preguntaría a algún asesor: ¿Dónde van a gozar los
blancos? Y… a Punta del Este, señora… Iría a hablar con Mujica para hacer los
hoteles sindicales ahí. Por eso el peronismo despierta ese odio que no varía,
no tiene una evolución en el tiempo porque es un odio muy primario: Lacan lo
define como la imposibilidad de gozar si hay un otro al que yo pienso que no le
corresponde, gozando.”
Yo le daría un
marco más a la escena en que el negro disfruta y el aspiracional (en un tiempo
le decíamos simplemente pequeño burgués, o sea el que pertenecía a un sector
que aspiraba a ser noble) que revienta de odio.
Al aspiracional le
brota el odio porque el negro gozando es la expresión de la revolución, o sea,
de un estado de cosas diferente al statu quo que el aspiracional quiere que se
eternice.
El negro gozando de
lo que no debe gozar porque es exclusivo de los blancos, es contra natura.
El odio, por tanto,
es defensivo.
Es exactamente una
reacción.
Aquella Reacción, la
de los sectores desplazados del poder, contra los jacobinos. La Reacción que viene
a restaurar la normalidad, el mundo anterior a la Revolución.
Es un tipo de odio
particular.
El odio VIVA EL
CÁNCER.
El odio a Milagro
Sala.
El odio a Hebe.
¿Por qué odian a
Hebe? ¿Por corrupta? ¿Odian igual a los empresarios que aparecen en los cuadernos,
corruptos confesos? No es el mismo odio. El odio a Hebe es el odio al ataque a
los militares cuya razón de ser había sido restaurar el Orden.
No es algo pasado.
Sucede hoy, aunque pocos puedan pronunciarlo de esta manera.
El momento de Lula,
Chávez, Evo, Mujica, Correa, Kirchner no fue una revolución, pero alcanzó a ser
una amenaza revolucionaria.
Pues aquí está la Reacción
correspondiente.
Es un reflejo
violento, el de un animal que sabe que si no se defiende, lo matarán.
Este odio tiene en
sí la fuerza de la supervivencia, un poder gigante, que no calcula, ya no tiene
chance de reflexionar ni hacer estrategias, ni de medir cuánto pone y cuánto
guarda. Es una fuerza capaz de cualquier cosa.
No son unas
personas; no son estos sí, estos no. Es una fuerza. En las sociedades hay
fuerzas que atraviesan los individuos.
Pepe Mujica está
hablando de un fuerte desconformismo. Entiende que la gente sale de cualquier
manera a decir no a lo que hay, votando cualquier cosa.
¿Dice No a qué?
A la amenaza
revolucionaria, o siquiera tímidamente reformista.
Los sociólogos han
llegado a la certeza de ya no puede decirse simplemente amenaza “comunista”,
porque la tendencia se ha presentado como peronismo o como ancestral andina e
incluso donde usa el tradicional “socialismo”, los rasgos locales se imponen a
las grandes categorizaciones ya casi vacías.
Quizás el caso más
rotundo sea el chino. Ya no puede mirarse a China sensatamente sin ver un
mejunje de socialismo, capitalismo, dictadura, mercantilismo, dinastía,
democracia y vaya a saber cuánto más.
Pero lo cierto es
que en 40 años los chinos sacaron a 800 millones de la pobreza.
La gente está
mejor, se beneficia del desarrollo sostenido del país, con más de tres décadas
creciendo al 10% anual.
¿Es quizás el estado
de cosas que plantea China contra el que reacciona Occidente entero? Además de
los Estados Unidos de Trump, Italia, Hungría, Austria ya tienen gobiernos de
derecha, en Alemania y Holanda la extrema derecha es la segunda fuerza, que
avanza en Suecia, mientras Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Paraguay se
alinean con la ola mundial.
¿Es el movimiento
que encarna en China la amenaza?
Quizás sí haya que hacer
dos grandes generalizaciones, el capitalismo y el comunismo. La puja empezó en
Occidente a principios del siglo XIX y se desplegó en el planeta en el siglo
XX, hasta llegar al punto de amenazar la vida humana.
Pero en la década
de 1970 comenzó a percibirse que el capitalismo estaba ganando la pulseada, y en
1989 el comunismo pareció llegar a su fin, cuando cayó el Muro y China ya había
crujido diez años antes. Como un siglo atrás, China pareció ser obligada a
abrirse al capitalismo.
Sin embargo, el
líder de la Apertura y Reforma, Deng Xiaoping, ya había reiterado una y otra
vez que en el socialismo no cabía la pobreza, y que en todo caso, todo era
admisible en el proceso socialista chino, menos la pobreza.
El actual Gobierno argentino
suele repetir que “volvimos al mundo”, implicando así que China no está en el
mundo.
Esos 800 millones
no son un asunto “fuera del mundo”. De hecho, representan la mayor contribución
a la disminución de la pobreza en el planeta.
Podría ser que la
guerra comercial y la animadversión general de Trump contra China sea motivada
por esta situación.
Sería una defensa
del capitalismo contra el socialismo que, finalmente, cuando ya parecía
vencido, se puso de pie en el país más poblado y está ganando la batalla por el
bienestar de toda la sociedad.
La inquietud política
en todo el mundo, histérica, disparatada, que acaba concentrándose en el odio
reaccionario, capaz de hacer que una sociedad se suicide, podría deberse al
olor a final que se siente como una pestilencia.