Carlitos lo primero que mira de una chica son sus ojos. El alma está toda en los ojos. En los ojos se sabe que los humanos son ángeles. Mira los ojos y la carita. Carlitos se enamora entregadamente, y entonces sufre y es feliz, y vive en un estado de irrealidad.
“Su mambo”, dice de él Rodolfo, su hermano. Rodolfo no presta atención a los ojos, mira directamente las voluptuosidades. En movimiento. De la cara, mira fija y tranquilamente, acaso con cierta perversión, los labios. Si Rodolfo fuera ético o piadoso le propondría a la mujer que le gusta, no más que unos revolcones sin hablar, ni siquiera un affaire. Pero porque ellas lo rechazarían, les dice lo que quieren oír: que está enamorado como un bobo, que las va a querer siempre, que nunca más estarán solas, que quiere que se duerman mientras él las abraza, que quiero que tengamos un hijo. Entonces, unos revolcones sin hablar, ni siquiera un affaire, y a otra cosa. Ellas lo aborrecen, confirman que todos los hombres son una mierda y él, sin hablar: no te hagás la inocente, me rogabas que te engañara.
Muchas, con ojos de ángel desconsolado, lloran en el hombro de Carlitos.
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