Mientras escribía me quedé dormido sin darme cuenta, y cuando
me desperté tenía la consciencia de que ya me había muerto y de que había
empezado a vivir una vida en suspensión.
Me sentí a la vez infinitamente solo, porque en el estado en
que estaba no había nadie más y no podía estar con los vivos, y a la vez
acompañado, porque seguía acá, en el mundo de los vivos, en medio de los vivos
que vivían su vida.
Tal vez estaba ensayando en sueños una respuesta a la pregunta
de qué está sintiendo alguien que murió hace tres meses.
Quizás este es uno de los lugares por los que se pasa cuando
se ha decidido atravesar el territorio del duelo.
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