Hace tres año escribí esto:
“No puedo creer que vi el meteorito verde. Estaba en la parada de colectivo y bajé hasta mitad de avenida Córdoba a ver si venía el maldito colectivo y ahí arriba, frente a mí, arriba de la Estatua de la Libertad del frente de la Facultad de Ciencias Económicas, estaba cayendo. Voy a repetir esto hasta que me muera. Le dije a mi sobrino Gastón y a dos señoras que estaba en la parada y me miraron con reservada incredulidad.
Y ahora no puedo creer que nadie pueda explicar qué fue eso. En tres días todos se habrán olvidado y yo seguiré contando que lo vi, tratando de encontrar a alguien que también lo vio y no entendiendo como todo el mundo puede seguir como si tal cosa. Van a hablar de una carrera de autos, de las elecciones, de la bolsa de Shanghai, de Tinelli, van a hablar de un millón de idioteces, mientras deberían o explicar qué fue ese meteorito o hacer silencio.”
Unas semanas después viajaría a China por primera vez.
Y poco después de mi regreso moriría mi madre.
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