Un hombre muere en el hospital.
Un médico hace el diagnóstico de muerte, un enfermo lo tapa con la sábana hasta la cabeza, se inicia el papeleo.
Pero a los 23 minutos vuelve.
Rápidamente se reprime el alboroto entre los familiares más cercanos y los profesionales de la clínica involucrados, el hombre se repone y se va a su casa.
Con el tiempo, retoma su vida normal.
Es el mismo de antes, pero a medida que pasan los días siguientes empieza a notar algunos cambios.
Esto lo angustia y decide consultar a un psicólogo.
En la charla con el psicólogo, lo más claro que puede decir es que en esos 23 minutos dejó algo de su vida anterior, algo de quien era él antes, pero no puede identificar cuáles son esas cosas perdidas.
Piensa que ser otra persona es reconstruirse con piezas que faltan de un modo absoluto: desaparecieron sin dejar rastro, ni siquiera el recuerdo.
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