Voy por la calle, me encuentro en una esquina un cartonero, con su pechera verde flúor de cartonero, y un carro bastante grande, de esos que usan en los supermercados para reponer mercadería, los altos, no los que usan la gente.
El carro está lleno de cartones y el cartonero trata de subirlo tirando de él por la subida para discapacitados.
No puede.
Hace fuerza, mucha fuerza, tiene todo el cuerpo tenso, pero no puede subirlo.
Dudo en ayudarlo por el quilombo que tengo en la espalda, pero me pongo del lado de atrás del carro y se lo empujo.
Me asombra que sea extremadamente liviano.
Miro al cartonero. Es muy, muy flaco. Tal vez está enfermo.
Hay dos planes para Argentina, el que va ganando (deberíamos hacer algo para que este gobierno haga algo para que no gane), es el plan de una sociedad con una generalidad de miserables, que quizá supere la mitad de la población, mantenida con planes sociales sólo para que no se muera y pueda sustanciar mercado, pobre pero masivo, y limpiar baños; luego un sector medio que activa el mercado sufriendo, cada vez con más recortes, y los parásitos, que cada vez le chupan la sangre más al resto.
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