Una persona no es buena porque la odien.
Hay un odio al negro, que es el pobre, el inferior, el villero, el peligroso, el planero, el vago.
Hay un odio a la negra, que es la pobre, la sucia, la amenazante, la quilombera, la violenta.
No hay personas que odian y personas que no odian.
Lo que hay es el odio.
El odio le nace adentro a cualquiera.
Algunos se atiborran de ese odio y se encienden, y pasan a la acción, otros tratan de reprimirlo, de cuestionarlo, de abandonarlo.
Cualquiera activa el odio contra los negros, incluso los negros que son las peores víctimas del odio.
Y cualquiera trata de cerrar los ojos y dejar pasar el sentimiento de odio que siente en un momento.
Quienes se dejan inflamar por el odio a la negrada, se enardecen contra quienes defienden a los negros.
Incluso se enardecen contra quienes no atacan y no atormentan a los negros.
Eva Perón fue una fanática en favor de los negros y por eso alguien escribió “VIVA EL CÁNCER” cuando ella se enfermó de cáncer, y la siguen odiando hoy.
Cristina no es Eva, pero los que odian no le pueden perdonar que no haya triturado a la negrada.
No pueden perdonarle que le haya dado jubilación a todas las mujeres porque aunque las pobres no aportaron a las cajas de jubilación, se sabe que trabajaron como esclavas.
No le pueden perdonar que haya dado cunitas a los hijos de las negras, que haya cometido la herejía incalificable de darle un plan social de unos pocos pesos a las negras embarazadas y que le haya dado una tablet a cada hijo de negro de mierda, de Chaco, de Jujuy.
Que odien a Cristina y que odien a Eva no las hace buenas personas, pero todo lo que hicieron por los negros y las negras de mierda las hacen mejores personas que los que cagan por la boca la mierda del odio.
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