viernes, 9 de diciembre de 2022

Enfermitos

Me sorprendió que una piba que sabe mucho de fútbol me diera una coz cuando le dije que su entusiasmo por Argentina en el mundial estaba un poco desubicado.

“No te envidio la amargura”, me dijo (buena respuesta, por lo demás).

El fracasado Luis Enrique habría dicho estas horas que Argentina se merece llegar lejos en el Mundial porque tiene la “afición más pasional del mundo”, o algo así.

Creo que dice la verdad. Sin embargo, hay pueblos enteros que sienten el fútbol como nosotros, entre ellos, quizás especialmente, los ingleses.

Un escritor inglés, fanático de un equipo chico, arrancó un libro sosteniendo que quienes miran de afuera a los hinchas de fútbol, se creen que sus expresiones, gritos y colores, banderas, camisetas, bombos, vuvuzelas, son muestras de que están siempre felices. 

Las personas que creen esto, se visten de patriotismo futbolero cada cuatro años, se convierten en hinchas de su selección nacional y viven el fútbol como el fenómeno alegre que creen ver en los fanáticos. 

Si su equipo pierde, lloran, pero rápidamente son convencidos por un periodista deportivo lobotomizado que sostiene que lo importante es el juego, la confraternización de los países, la sana competencia y otra sarta de taradeces.

La verdad, dice este escritor, es que las personas que siguen el fútbol cada día, aquellos a quienes no les alcanza ver los partidos del campeonato en el que juega su equipo y terminan viendo en la televisión cualquier partido horrible de cualquier campeonato, porque son viciosos, esos son quilomberos pero no son felices.

Tienen una explosión de dicha psicótica si su club sale campeón, pero aún mientras el equipo está ganando la final, ya están preocupados por tal o cual jugador, por la gestión que viene haciendo la dirigencia del club, por el director técnico, por el futuro.

Con mucha exactitud la cultura ha encontrado para esas personas el adjetivo de “enfermas”.






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