sábado, 8 de agosto de 2020

Cómo entender que los chinos aprueben a su gobierno

1. Un centro de estudios de la Universidad de Harvard detectó que los chinos aprueban la acción de su gobierno de manera enorme y creciente.

¿Esto a qué se debe?

 

2. Fue un presidente norteamericano, John Fitzgerald Kennedy, quien dijo: “dejen de pensar qué es lo que su país puede hacer por ustedes y empiecen a pensar qué pueden hacer ustedes por su país”.

 

3. Ahora bien, en los primeros días de la guerra de Malvinas, me anoté como voluntario. (Qué mal entré en esa curva).

Si pienso qué hago hoy por mi país, pienso en que pago mis impuestos, aporto la parte del territorio argentino que me corresponde, invierto algo de mi capital y obedezco las leyes.

Pero ¿a quién beneficio?

Al país, claro, pero ¿qué es el país?

¿Es lo mismo aquel Estados Unidos de Kennedy, que el actual de Trump?

¿Es lo mismo la legendaria Islandia que El Salvador?

¿Es lo mismo Brasil que Nueva Zelanda?

Un aspecto que diferencia a los países es cómo se reparten las ganancias que generan sus recursos —sus capitales, el trabajo de la gente, sus recursos naturales.

No es lo mismo un país como Cuba, que reparte de un modo muy equitativo (aunque es obvio que la equidad no es perfecta) entre toda su población, que un país como Chile, que tiene una clase millonaria y una masa general de pobres.

Aportando impuestos, trabajo, la parte que me corresponde de las riquezas naturales, capital y obedeciendo las leyes de Argentina, ¿a quiénes beneficio?

Como del total de la riqueza, una parte sustancial va a parar a unas pocas manos, pues a esas manos va la parte sustancial de mi aporte.

Eso es mi país.

Eso es Argentina.

No me cuesta entender mi poco entusiasmo cuando pienso en qué puedo hacer yo por mi país.

La mayor parte de lo que yo hago por mi país va a parar a esos yates grandes como edificios que he visto sólo alguna vez, a las cuentas que algunos tienen en Panamá, a mantener los hijos de tal familia que están estudiando en Londres, a pagarle la cocaína al marido de la heredera de la corporación mediática.

Pero si supiera que a ellos fuera una parte mínima de lo que produzco, de mi “ponerle el hombro a la Patria”, mientras que la mayor parte se distribuyera de manera equitativa en todo el resto de la población, y eso contribuyera a que ya no haya familias que viven en un toldo al lado de una vía del tren, a que los presos no mueran de tuberculosis en la cárcel, a que la gente no tenga que irse de su lugar hacia una villa miseria de Rosario, a que unos hermanitos no se tengan que quedar en la casa en vez de ir a la escuela porque la abuela que los cría está enferma, si ese fuera el caso, creo que contribuiría con ganas.

Y si un gobierno, aunque fuera un mamarracho de defectos, garantizara esa justicia social, tendría mi aprobación.

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Fuera de la sumisión por la fuerza, más allá del lavado de cerebro, además de la obediencia que la ética confuciana graba en el adn de los chinos, creo que esto es lo que explica que los chinos apoyen masivamente la gestión de su gobierno.




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