martes, 11 de agosto de 2020

La distribución de los chanchos

 

Cómo me gustó SimCity la primera vez que lo jugué, hace 30 años. Hice una sociedad de 50 millones de habitantes, que contaba con 2,78 millones de kilómetros cuadrados, por lo que a cada persona le correspondían 5,6 hectáreas, de las cuales 0,62 hectáreas eran de buena tierra, en la que se podrían producir alimentos para varias personas, sin contar los pescados, mariscos y algas que podían pescar, cosechar o cultivar en el mar, lagunas y ríos.

Argentina tiene esas proporciones y con lo que produce actualmente podría alimentar entre 600 y 800 millones de personas.

El hecho de que teniendo una población de sólo 50 millones, haya una proporción enorme de pobres que ni siquiera comen bien demuestra que la distribución de las riquezas es un mamarracho.

Si fuera repartida con un mínimo de sentido de la decencia, la riqueza que genera Argentina, aún a medio industrializarse, debería garantizar una muy buena vida a todos sus pocos habitantes.

Ahora ha surgido un proyecto de producción de chanchos con la inversión y la venta garantizada por China.

Algunos empresarios y políticos lo bancan, pero se ha levantado una nube de opositores. Para aportar a esta discusión quiero presentar este razonamiento.

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Los términos que conforman el esquema de consumo son: recursos (riquezas), personas y lo que conecta a recursos y personas, que es la distribución.

Los recursos son creados, en mayor o menos cantidad, más o menos sofisticados, aplicándose en ellos más o menos medios y más o menos trabajo.

Las personas tienen necesidades y deseos. Hasta cierto punto, el límite es difuso, pero las necesidades son más aptas para ser cuantificadas, de modo que es posible cierta adecuación entre algunos recursos y algunas necesidades.

Entre los recursos a las personas media la distribución. Ésta puede ser igualitaria (cada persona recibe lo mismo), equitativa (cada persona recibe lo que necesita) o injusta (algunos reciben más de lo que necesitan, otros menos).

Con este simple esquema es posible comprobar por qué la idea del desarrollo económico en un país con pobres puede ser percibida como indispensable o como una táctica de explotación: si la distribución es equitativa, el desarrollo beneficiará a todos, si es injusta, mantendrá o profundizará la desigualdad, y por tanto la pobreza.

Esto no es SimCity: no es un esquema teórico, sino lo que sucede en la realidad.

Todo desarrollo es beneficioso para una sociedad si los recursos creados son distribuidos de modo equitativo.

El desarrollo fue bueno para China porque el sistema socialista generó una distribución muy equitativa.

El desarrollo basado en la producción de bananas fue malo para Panamá porque los beneficios quedaron concentrados en muy pocas personas.

Si la distribución es injusta, el desarrollo o no sirve, o será perjudicial para gran parte o la mayoría de la sociedad.

Si la distribución es equitativa, podría suceder que el desarrollo no fuera necesario.

Si para una sociedad con pobres se plantea un proyecto de desarrollo como el de las granjas de cerdos, a lo que debería prestarse atención, ante todo —si se busca que todos estén bien—, es al modo en que serán distribuidos los recursos que genere.

Quienes no mencionen el tema de la distribución son aquellos que se beneficiarán más de lo que se beneficiarían si la distribución fuera equitativa.

 


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