sábado, 15 de agosto de 2020

Infección de zombiedad

 En las películas de zombies siempre me quedo colgado en ese momento en que una persona normal, que estaba siendo perseguida por los zombies, a los que venía combatiendo, luego de ser mordido, ¡chán! se convierte en zombie.

 



Ha sido infectada de zombiedad. A partir de ese momento, ya no piensa más, ya se mueve espástica, lenta e implacablemente, ya no se detendrá hasta comerse alguno.

Aunque es mi hermano, mi amigo, mi esposo, ya es otra persona.

Mientras me aterrorizo, me quedo colgado con esa conversión de lo familiar en ajeno. De lo vivo en muerto. De lo solidario en amenazante.

 

La zombiedad de hoy engloba a Trump alentando la primacía blanca y secuestrando niños centroamericanos, a los húngaros pateando refugiados sirios, a Bolsonaro mandando incendiar territorios de indios y alentando la homofobia, a los golpistas bolivianos adorando biblias y matando gente de El Alto, la Macri saqueando la economía de modo impune y diciendo desde Europa que un tipo se murió de un infarto porque el nuevo gobierno prohíbe la libertad.

Todos estos líderes son altamente representativos. Millones los apoyan.

 

Millones que han sido infectados por la insensatez.

La misma insensatez de los antivacuna, los que aseguran que se viene el comunismo, los terraplanistas, los Illuminati, ahora están los QAnon, que aseguran que Trump es quien se interpone ante una organización secreta que está devastando el planeta, creando el Nuevo Orden Mundial a través de plagas.

No les importa no poder fundamentar con datos o con racionalidad, están en modo fanático: les sobra con estar convencidos. No les importa que una noticia sea falsa, les importa que les confirme lo que piensan.

Alguna vez intenté discutir y renuncié para siempre, al comprobar que no quieren razonar. No fundamentan ni escuchan fundamentos. Para ellos el pensamiento crítico es una imbecilidad.

Como dan por hecho que los que no coinciden con ellos mienten, en todo lo que hacen los demás ven confabulaciones.

 

Por otra parte, los mueve el egoísmo extremo.

Los demás no les importa.

Cuando escuchan conceptos como el bien común, el bien de todos, gritan que son palabras de los políticos para embaucarlos.

Así, son perfectamente irresponsables de sus actos. No les importan las consecuencias de lo que hacen.

 

¿Cómo terminan las películas de zombies?

¿Al final sólo quedan zombies en el planeta?

Me pregunto si todos terminaremos infectados, devorándonos unos a otros.

O sea, ¿esta es una pandemia que pasará, o es el futuro instalándose en el presente?

Los que llamo normales seríamos, entonces, los restos de un mundo que se extingue. Un mundo que incluía la fe en la solidaridad y la racionalidad para entendernos.

 

Un mundo de Bolsonaros y antivacunas no es sostenible. ¿Es esta la culminación de la autodestrucción activada con las industrializaciones y el comienzo de una purga que podría desembocar en el final de la especie humana?

 

Otro tema. El hecho de que esta eclosión de zombies desprecie fundamentos, no significa que nos los tengan. En todo lo que acusan tienen algo de razón. Por ejemplo, los laboratorios, por lucrar, realmente hacen cualquier cosa con la salud de la gente; hay verdadera y despiadada corrupción en la política; la ciencia consagrada como la única dueña de la verdad es brutalmente tirana como fuente de conocimiento. Es obvio que hay organizaciones que tienen un enorme poder de decisión en el mundo, fuera y por encima de los gobiernos elegidos por los votos.

Y no estoy encontrando elaboraciones que esclarezcan este fenómeno.

¿Qué les pasa a los intelectuales?

Nadie explicó el fenómeno del macrismo aún. Explicaciones basadas en la influencia de los medios hegemónicos, o en que siempre hubo en Argentina gente que odia, me parecen intentos incompletos, manoteados durante una conversación.

 

La pandemia zombie está en todo Occidente y trasciende la Argentina.

Aquí se va a manifestar el lunes en un acto de propagación del virus COVID19.

Intensificando el contagio, cagándose en los enfermos, los trabajadores de la salud, los muertos, sus familias, pasearán su odio al gobierno, al peronismo, a los chinos; asegurarán que el virus se activa con el 5G, que la vacuna trae un chip para controlaros, que el virus no existe y fue inventado por Cristina Fernández de Kirchner para robarnos la libertad.

Los normales que aún no hemos sido infectados, seguiremos refugiados en nuestras casas, con puertas y ventanas trancadas, aterrados, tratando de sobrevivir.

 

 

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