Las categorías arruinan el pensamiento porque son siempre simplificaciones; lo cierran en vez de plantearle un enigma que lo haga producir.
Por otro lado, las categorías son una herramienta indispensable para conocer. Alguien me habla de las personas lámparas e inevitablemente comienzo a observar todo con esa clave, como si fuera una lupa, una de esos visores transparentes que hacen que las cosas cambien de color y vuelven invisible el rojo de la realidad. Personas lámpara son aquellas cuya única fuente de vida es su trabajo (la ventanilla del banco, la casa y los chicos, etc.), de modo que si son desconectados, ya no tienen vida, caen en una depresión horrible, de muerto en vida.
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