A Alfredo Alcón le tocó decir acaso la mejor frase del cine argentino. En Nazareno Cruz y el lobo, el Diablo de Leonardo Favio piensa en voz alta: “Fue sutil el castigo”. Un Diablo que tiene un momento de debilidad y observa el caso de Nazareno, que prefiere el amor a las riquezas y el dominio de este mundo.
La disyuntiva le parece un asunto de la rutina al Diablo, le resulta casi indiferente a esta altura de la historia, y casi con displicencia cumple con su trabajo de tentar a Nazareno. Pero entonces algo del asunto le estruja el alma: del amor surge el hijo. Al fin el Diablo entiende que esa era la diferencia, el poder es estéril, del amor nace el hijo. Él se rebeló contra Dios y Dios no lo persiguió, lo dejó ir hacia el lugar donde no se da fruto. No será padre. Fue sutil el castigo, le dice el Diablo a Nazareno —que es un muchacho corto, no entiende. Y entonces, quebrado, le pide: “cuando estés frente a él, decile que ya estoy cansado. Decile que ya es tiempo”.
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