El domingo pasado
hubo unas elecciones legislativas en las que los votantes de los lugares más
poblados apoyaron a partidos y fuerzas políticas opositoras, compuestas por estructuras,
líderes y las corporaciones mediáticas que tienen la hegemonía de fabricar la
realidad.
Quedó una
situación en la que el esquema que gobierna con Cristina Fernández de Kirchner
como Presidenta de la Nación, permanece en el centro de la escena, con fuerte
poder (conserva el quórum en las Cámaras de Diputados y Senadores) e
iniciativa, y varias oposiciones, básicamente regionales.
Inmediatamente
se transpoló el orden legislativo al ejecutivo, con algunos de los opositores
que hicieron buena elección, ganándole al oficialismo, con el cartelito de
candidato a la Presidencia, lo cual es una simplificación bastante torpe. Si
las elecciones hubiesen sido por el Poder Ejecutivo, es muy posible que la fragmentada
oposición no hubiese tenido en total la misma cantidad de votos que tuvo el
domingo. Una cosa es una elección en la que se manifiesta un instinto
democraticoide de compensación (“Cristina no puede tener tanto poder, algún límite
tiene que tener, si no, es una dictadura”), y otra es la responsabilidad de
gobernar. Ninguno de los opositores aparece con los recursos políticos para garantizar
siquiera la gobernabilidad del país.
Unas horas
después la Corte Suprema le quitó la etiqueta de “inconstitucional” a la Ley de
Medios, que había sido objeto del ejemplar ejercicio popular de ser discutida como
proyecto en muchos ámbitos y había sido aprobada por una enorme mayoría de
legisladores, pero al atentar contra el poder de las corporaciones mediáticas
fue congelada en los vericuetos judiciales durante cuatro años.
Saludablemente
han abundado analistas de todo tipo que desde todos los medios de comunicación
aportan algo sobre el tema. Sin embargo, nadie aún se atreve a pronosticar el
escenario que se viene.
Antes bien,
predominan las euforias bobas, la de los opositores al gobierno de los
Kirchner, que el domingo festejaban el fin del ciclo, y la de los fanáticos del
oficialismo, locos de alegría porque la Ley de Medios les vengó el desastre de
las elecciones del domingo: íbamos
perdiendo 2 a
0 y terminamos ganando 3 a
2.
Poco se
modificó el domingo, porque la iniciativa sigue en manos del esquema de gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner, y es absolutamente incierto el panorama si
es que el mayor motor de la oposición, la trama de multimedios encabezada por
el grupo Clarín, pierde su lugar dominante.