miércoles, 23 de julio de 2014

Vivo para una boca


Una vez vi en un programa de televisión, de aquellos que pasaban a las 3 de la mañana. Antes habían pasado Todo golf, y después venía uno en el que charlaban sobre Novedades Legislativas.

Este era sobre odontología.

Un conductor entrevistaba durante horas y horas a un odontólogo. Yo me dormía y cada vez que me despertaba seguían hablando.

Pero en un momento mostraron la imagen de una boca desastrosa. Era impactante, la pantalla entera, desde el margen izquierdo hasta el derecho, estaba ocupada por una boca que rebalsaba carne rosa brillante, con unos dientes por acá y por allá, de tamaño descomunal y destrozados, y además todos inclinados hacia la izquierda, como si fuesen los últimos que quedaron como testigos de un huracán que sopló en una sola dirección.

Era algo impresionante e imposible de mirar, y en el medio del horror se escuchó una voz llena de paz, dulzura y amor: era el dentista.

En un arranque de lucidez el director mostró su cara. Tenía una expresión beatífica, con el sosiego que sólo se obtiene de la satisfacción perfecta o de la Iluminación.

Volvió la boca monstruosa, y en off el dentistas exclamó: "¡mirá esa boca!, ¡cuánto hay para hacer! Esas bocas son mi Paraíso. Le dan sentido a mi vida".





 

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