Me apena mi mente, aterida de frío como está allá arriba en el trampolín más alto, con su trajecito de baño pegado al cuerpo, en el viento, hora tras hora, soportando la espera hasta que yo termine de cumplir con obligaciones, trabajar y otros pasatiempos de la muerte, para poder desplegarse en un salto en el aire hacia el agua.
Hoy entre dos estaciones del subte me quedé dormido, quizás no más de diez segundos y soñé con una revista que tenía en la tapa fotos de varias puertas. Luego cambiaba, como se modifican las cosas en los sueños, a una sola puerta. No veía el nombre de la revista, pero lo escuchaba; era una palabra que indicaba la invitación a mirar la puerta, luego a mirar todas las puertas de Buenos Aires. La palabra emergía en forma clara: AVISTAJE. Me causó gracia que se transfiriera a un paseo urbano un término usado para observar la Naturaleza -pájaros, ballenas-, mientras como una mancha de tinta se extiende en el agua, el concepto se empezaba a contaminar de la idea de contemplación. Puede observarse una puerta durante horas, pensé, y luego me desperté.
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