Nahuel está con su hijo Tincho.
Tincho le dice:
- Yo los espié a mamá y a vos a la noche.
Nahuel queda tildado por adentro.
- ¿Qué hacíamos?
- Y, lo que hacen los papás, hacían el amor.
- ¿Y qué es hacer el amor?
- ¡Lo que ustedes hacían! Se abrazaban.
Nahuel piensa que es muy loco que siempre pensó en el término "hacer el amor" y nunca lo habló con nadie hasta ahora, que lo habla con su hijo, que tiene cuatro años. "De hombre a hombrecito", se dice, y remata "el hombrecito soy yo".
Toda la vida pensó que "hacer el amor" es una construcción ñoña, una manera de decir pero no decir, una estrategia para decir de un modo aceptable algo inaceptable, en juego con "coger" que es una mala palabra grave. Es grave menos por la idea de violación que podría implicar "un hombre que coge a una mujer" que por el pecado de lujuria, sensualidad, todo eso. Hay amigas y amigos de su, generación que se han empeñado en naturalizar "coger" haciéndola propia para limpiarle la carga sucia, pero no han llegado muy lejos. Nahuel piensa "qué bueno sería que hubiera una palabra que designara coger como un abrazo muy profundo".
Tincho ya anda jugando por ahí.
"Tirás la piedra y te vas a jugar con el perro", le reprocha Nahuel por lo bajo.
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