martes, 23 de octubre de 2018

Los negros de la China

En esta época en que faltan artistas e intelectuales que arrojen un poco de luz para que los demás miremos por dónde andamos, aparece el macizo Daniel Santoro con un texto en el que relaciona el fantasma neurótico del goce con los negros peronistas.
Escribe en Pájaro Rojo:
“Es un poco la idea de que el goce es siempre el goce del otro”, dice, y da el ejemplo de “cuando uno ve a un negro gozando en un lugar espectacular… en un lugar que sería para ricos, queda afectado por el fantasma neurótico del goce. Este negro está gozando de algo de lo que yo debería gozar. Yo no puedo ser feliz porque este negro es feliz. Este negro debería dejar de ser feliz para que yo pueda empezar a serlo, esto se ve ahora en los cacerolazos, aparece siempre. Es un fantasma que despierta el peronismo. Que es especialista en ubicar a un negro gozando al lado de un blanco que no lo quiere ver gozar.”
Y entonces Santoro hace salir a escena a Evita: “Por eso Eva Perón pone los hoteles sindicales en el centro de Mar del Plata. Habrá preguntado a sus asesores ¿Dónde van a gozar los blancos? A Mar del Plata señora, le habrán dicho. Bueno… ahí vamos a hacer los hoteles sindicales. Entonces los blancos se corrieron y empezaron a gozar en otro lado, al norte de Mar del Plata, en Pinamar. Pensando en esa lógica, si viviera ahora Eva Perón le preguntaría a algún asesor: ¿Dónde van a gozar los blancos? Y… a Punta del Este, señora… Iría a hablar con Mujica para hacer los hoteles sindicales ahí. Por eso el peronismo despierta ese odio que no varía, no tiene una evolución en el tiempo porque es un odio muy primario: Lacan lo define como la imposibilidad de gozar si hay un otro al que yo pienso que no le corresponde, gozando.”

Yo le daría un marco más a la escena en que el negro disfruta y el aspiracional (en un tiempo le decíamos simplemente pequeño burgués, o sea el que pertenecía a un sector que aspiraba a ser noble) que revienta de odio.

Al aspiracional le brota el odio porque el negro gozando es la expresión de la revolución, o sea, de un estado de cosas diferente al statu quo que el aspiracional quiere que se eternice.
El negro gozando de lo que no debe gozar porque es exclusivo de los blancos, es contra natura.
El odio, por tanto, es defensivo.
Es exactamente una reacción.
Aquella Reacción, la de los sectores desplazados del poder, contra los jacobinos. La Reacción que viene a restaurar la normalidad, el mundo anterior a la Revolución.

Es un tipo de odio particular.
El odio VIVA EL CÁNCER.
El odio a Milagro Sala.
El odio a Hebe.
¿Por qué odian a Hebe? ¿Por corrupta? ¿Odian igual a los empresarios que aparecen en los cuadernos, corruptos confesos? No es el mismo odio. El odio a Hebe es el odio al ataque a los militares cuya razón de ser había sido restaurar el Orden.
No es algo pasado. Sucede hoy, aunque pocos puedan pronunciarlo de esta manera.

El momento de Lula, Chávez, Evo, Mujica, Correa, Kirchner no fue una revolución, pero alcanzó a ser una amenaza revolucionaria.
Pues aquí está la Reacción correspondiente.

Es un reflejo violento, el de un animal que sabe que si no se defiende, lo matarán.
Este odio tiene en sí la fuerza de la supervivencia, un poder gigante, que no calcula, ya no tiene chance de reflexionar ni hacer estrategias, ni de medir cuánto pone y cuánto guarda. Es una fuerza capaz de cualquier cosa.

No son unas personas; no son estos sí, estos no. Es una fuerza. En las sociedades hay fuerzas que atraviesan los individuos.

Pepe Mujica está hablando de un fuerte desconformismo. Entiende que la gente sale de cualquier manera a decir no a lo que hay, votando cualquier cosa.
¿Dice No a qué?
A la amenaza revolucionaria, o siquiera tímidamente reformista.

Los sociólogos han llegado a la certeza de ya no puede decirse simplemente amenaza “comunista”, porque la tendencia se ha presentado como peronismo o como ancestral andina e incluso donde usa el tradicional “socialismo”, los rasgos locales se imponen a las grandes categorizaciones ya casi vacías.

Quizás el caso más rotundo sea el chino. Ya no puede mirarse a China sensatamente sin ver un mejunje de socialismo, capitalismo, dictadura, mercantilismo, dinastía, democracia y vaya a saber cuánto más.

Pero lo cierto es que en 40 años los chinos sacaron a 800 millones de la pobreza.
La gente está mejor, se beneficia del desarrollo sostenido del país, con más de tres décadas creciendo al 10% anual.
¿Es quizás el estado de cosas que plantea China contra el que reacciona Occidente entero? Además de los Estados Unidos de Trump, Italia, Hungría, Austria ya tienen gobiernos de derecha, en Alemania y Holanda la extrema derecha es la segunda fuerza, que avanza en Suecia, mientras Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Paraguay se alinean con la ola mundial.

¿Es el movimiento que encarna en China la amenaza?
Quizás sí haya que hacer dos grandes generalizaciones, el capitalismo y el comunismo. La puja empezó en Occidente a principios del siglo XIX y se desplegó en el planeta en el siglo XX, hasta llegar al punto de amenazar la vida humana.
Pero en la década de 1970 comenzó a percibirse que el capitalismo estaba ganando la pulseada, y en 1989 el comunismo pareció llegar a su fin, cuando cayó el Muro y China ya había crujido diez años antes. Como un siglo atrás, China pareció ser obligada a abrirse al capitalismo.
Sin embargo, el líder de la Apertura y Reforma, Deng Xiaoping, ya había reiterado una y otra vez que en el socialismo no cabía la pobreza, y que en todo caso, todo era admisible en el proceso socialista chino, menos la pobreza.

El actual Gobierno argentino suele repetir que “volvimos al mundo”, implicando así que China no está en el mundo.
Esos 800 millones no son un asunto “fuera del mundo”. De hecho, representan la mayor contribución a la disminución de la pobreza en el planeta.

Podría ser que la guerra comercial y la animadversión general de Trump contra China sea motivada por esta situación.
Sería una defensa del capitalismo contra el socialismo que, finalmente, cuando ya parecía vencido, se puso de pie en el país más poblado y está ganando la batalla por el bienestar de toda la sociedad.

La inquietud política en todo el mundo, histérica, disparatada, que acaba concentrándose en el odio reaccionario, capaz de hacer que una sociedad se suicide, podría deberse al olor a final que se siente como una pestilencia.







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