Tal vez muchas desventuras de amor se originan en una
paradoja. Por ejemplo, la historia de Monique y Renée Magritte. Magritte sufría
horrores porque sentía que Monique lo consideraba un adorno en su vida, algo
que podía estar o no estar, algo cuya existencia no agregaba ni quitaba, no
alteraba la vida de Monique. “Nuestro amor no la sumerge en la dicha ni jamás
le partirá el corazón”.
Mientras, Monique sentía que el amor con Magritte tenía
efectivamente, la forma de unas flores, pero era como un océano de flores que
había entrado en su casa. Las paredes no se habían caído, el cotidiano se
repetía, pero su vida había cambiado.
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