Con una amiga tarotista tomamos unas cervezas en las escalinatas de la gigantesca Facultad de Ingeniería en San Telmo. Un edificio tan grande, con unas columnas tan impresionantes, que uno se siente en las futuras ruinas del año 5.000 d.C. Es un poco como estar fuera de esta época y fuera de Buenos Aires. Las sombras que proyecta el edificio de piedra gris eran creadas por la luminosidad de otra Luna.
Ese escenario nos provocó que habláramos eternamente. Repasamos muertes, nos contamos historias que alguna vez sucederán, recordamos personas que atraviesan la ficción.
Volví a medianoche y me puse a trabajar en una nota sobre el desprendimiento de China del resto del planeta. Me quedé dormido arriba del teclado.
Estaba exhausto.
En un momento, sin despertarme del todo, arrastré mi cuerpo hasta la cama y me tumbé como una piedra en el fondo de un lago.
Pero entonces, se me apareció dentro de la cabeza la solución que estoy buscando hace un tiempo para hacer el retrato de una prima muy querida.
No sé cómo hice para levantarme, y me puse a pintar.
Pinté hasta las ocho de la mañana.
La luz del verano ya había entrado por la ventana e iluminaba como un niño cada rincón del departamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario