Dios no es complicado, ha sembrado el Universo de
constantes.
Esa es su perversidad. Quien empieza a detectar las
constantes descubre que están ocultas en lo patente.
Es enloquecedor comprobar que sólo existen unas pocas pautas
constantes. No hay nada más. Estamos encerrados en un Universo hecho de unas
pocas pautas. Una vez que se las descubre, las pautas abruman, aplastan como la
comprobación de la muerte por venir.
Necesitamos los núcleos de misterio que hacen a las cosas
singulares. Necesitamos que existan puntos de donde mana el sentido de la
realidad.
Las pautas, pocas y constantes hasta el infinito, son el
horror del Universo.
Cuando veo una cara veo sólo unos pocos rasgos fisonómicos.
Cuando veo un ideograma, veo los pocos rasgos de que está
hecho.
Cuando veo una perspectiva, veo el único mapa
tridimensional.
Cuando veo una persona, veo todas las personas.
Cuando oigo una voz, escucho todas.
Las pautas constantes nos acechan, nos dominan, desintegran
nuestra individualidad, disuelven nuestro yo.
Esto lo está escribiendo cualquiera.
Un pájaro esconde todos los seres vivos, una línea esconde
toda la matemática, un linyera esconde a mi padre.