Leo alguien que dice: “ya no quiero más hacer sexting”.
Me quedo de una pieza, porque no hice sexting ni un
minuto.
Pero una tarde avanzada en que miraba la nada por la
ventana, me puse a pensar en algunas personas.
Más puntualmente, me puse a pensar por qué no había
tenido sexo con esas personas.
Mientras se iba poniendo más fresco y la luz del cielo se
iba debilitando, los nombres comenzaron a desfilar por mi cabeza.
Iba respondiéndome: “porque me rebotó”, “porque no le
propuse, porque sé que me rebotaría”, “porque no me gustaría”, “porque es
hombre y soy reprimido”, “porque nunca se dio”, “porque es mi madre”, “porque
es lesbiana”, “porque somos primos”, “porque causaría muchos problemas o
destruiría nuestra amistad”, “porque es la mujer de mi hermano”, “porque me da
mucha vergüenza avanzar”, “porque son mis hijos”, “porque no habría forma de
que ella comprenda que no propongo una historia de amor; ella se enamoraría y
me perseguiría y como yo no voy a querer hacer una pareja, se deprimiría o me
prendería fuego”. También “porque no me gusta ella”, “porque es demasiado joven”,
“porque está chiflada”, “porque es muy aburrida”, “porque es muy falsa”.
Y pensé: “no me aparecen razones físicas”.
Y también: “me parece que no estoy dejando a nadie afuera
de esta lista”.
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