Un escritor dijo, cuando lo acusaron de tergiversar datos,
o lisa y llanamente de mentiroso, o peor, de traidor de la realidad; cuando le
hicieron esas acusaciones, fundadas judicialmente, el tipo contestó: “¿usted
está conforme con esta realidad que se ha vuelto normal. de millones de humanos
asesinados por unos pocos, con una bomba nuclear o por hambre? Y si esta
realidad le parece horrible, ¿qué lo escandaliza de que yo la edite?”
Ese escritor no hacía una edición para evadirse, no dulcificaba
Caperucita Roja cambiándole el final para que los chicos no sufrieran, sino al
contrario, usaba la sombría realidad, la manipulaba, la retorcía, la exageraba,
la falseaba, para poner de manifiesto verdades.
En una de sus novelas un mafioso que era dueño de clubes
de fútbol, jueces, medios de comunicación y políticos, mandaba matar a su hijo.
Cuando se demostró que su hijo se había suicidado, los lectores ya sabían la
verdad sobre el mafioso. Era más verdadero que hubiese matado al hijo que la
realidad del suicidio.
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