Sus aguas son espejos quietos de las que emergen islas, que a su vez, contienen lagunas. Vagan pastando perezosamente por las islas pequeñas vaquitas y pequeños caballitos. Unos puntitos blancos que se mueven son garzas y otros que avanzan por el agua son una familia de cauquenes. Es una visión salida de un deseo. El alma no quiere irse de allí. Quizás ha descubierto el Paraíso.
(...)
Un caminito por el bosque recorre lagunas con nombres antiguos: Pichún, Coihuilla, Matethue. La paz en estas lagunas es infinita. La única manera de despegarse de ellas es prometer el regreso. Imaginar que se volverá en el verano, se trepará una noche a una canoa y se remará quedamente hasta quedar flotando en la mitad de la laguna. El bosque alrededor será un cuerpo vivo repleto de sonidos. Arriba, en el infinito negro una explosión habrá desparramado miles de estrellas blancas que iluminarán como si estuvieran de fiesta.
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