Sincronizadamente con la rápida expansión de la tristísima, desesperante pérdida de mi capacidad para oír, cada vez más sólo puedo expresar lo que pienso y siento por escrito.
Pido disculpas por mi sordera. No quiero irritar preguntando todo el tiempo qué, mirando a los ojos como un bobo cuando se me dice algo, porque no he entendido, o haciéndome penosamente el que entendí, para no pasar vergüenza, para no cortar la onda, y contestar cualquier cosa porque supuse que dijeron algo que no dijeron.
Les pido que me crean que quiero ser un buen discapacitado.