Luego de una negociación desganada, en la que no se ponían de acuerdo, y por eso terminaron jugando la decisión a piedra, papel o tijera, perdió Dios, y el Diablo ganó el derecho a inventar un animal.
Fue así que el Diablo hizo al mosquito.
Y al ver que su obra era buena, descansó, sonriente arrullado por el zumbido que desquiciaría para siempre a los Hijos del Señor, que debían parir con dolor y ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente.