— Pero yo lo vi, lo vi, afanándose el libro, y es mi amigo,
o pensé que era mi amigo...
— Es tu amigo lo mismo.
— Pero ¿cómo va a ser mi amigo, si me roba? Nada más tenía
que decirme "che, te saco este libro", pero me lo robó, lo sacó de mi
biblioteca y se lo metió en el bolso, y cuando le pregunté qué libro se
llevaba, va y me pregunta qué libro. Eso es lo que me parte, ¿entendés? Que
negara, que mintiera. ¿Cómo decís vos que es mi amigo, después de esto?
— Porque este fue un episodio, pero hay otros. La otra vez
que estuviste enfermo iba cada día al hospital a estar con vos... Ustedes son
amigos de hace mucho tiempo, ha habido muchas veces que él te demostró su
amistad. Entre mil cosas, una sola cagada.
— Pero es que es así. Y no reconoce. Esa es la cagada, ¿entendés?
Si pidiera disculpas, con dolor y todo, a mí se me arregla el asunto, pero así
no puedo recuperar la confianza.
— Mira che, cada uno pide disculpas como puede. Vas a ver
que de alguna manera se va a disculpar. Tenés que comprenderlo.
— ¡¿Encima tengo que comprenderlo?! ¿Qué tengo que
comprender? ¿Y por qué?
— Tenés que comprender que hace falta ser demasiado fuerte
para pedirte disculpas a vos. Vos causás mucho respeto. Y tenés que
comprenderlo porque es tu amigo, y vos sos buen amigo.
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