Chang Wei no hizo nada diferente a lo que han hecho los
cantoneses por milenios, llegó al país donde migró, se casó, formó una familia,
tuvo hijos, emprendió negocios, tuvo socios, conocidos, un poco sobrando todo
ello a la espera de volver a su lugar. No tenía ningún apuro, pero cuando
aquello a lo que pertenecía lo llamara, acudiría, porque no ha hecho, desde que
llegó, otra cosa que esperar la señal.
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