Me encanta Tarantino. Si veo en la tele Pulp Fiction, Kill
Bill o Perros de la calle, me quedo viéndola hasta el final, y gozo como loco. Cuando
estrenan una película suya, la veo en la primera semana. Es cierto que es un
enfant terrible del sistema, o sea, asume uno de los papeles previstos por la
sociedad que escandaliza. Es el transgresor prescripto, como Pergolini o
Lanata. El sistema manda blanco o negro y Tarantino no ofrece otro color. Ojo,
el negro que pinta es genial, pero me apenan las generaciones que lo aman e
idolatran, porque revelan que no han visto realmente cine. Sólo siendo vírgenes
cinematográficos pueden exaltarse con la perversidad de Tarantino. Sólo no habiendo
visto nada de Klimov. Ni de Fassbinder, ni de Abel Ferrara ni de Skolimowski.
Si le reprocharan que se hace el subversivo pero no se mete a cuestionar el
asunto humano, Tarantino se hará el loco, escupirá hacia arriba y atajará la
escupida con la boca o algo así, porque no tiene respuesta. Se la pasa bárbaro
cuando se va al cine a ver una de Tarantino o de David Lynch en que vuelan las
cabezas arrancadas, pero salís del cine y nada ha cambiado. Ni dentro ni fuera
de vos.
Cuando acabó la función de anoche de Juventud, de Paolo
Sorrentino, le dije a quien estaba conmigo "¿y ahora cómo nos vamos?",
y sucedió que pasaban los créditos y nadie se iba, y terminaron de pasar, y
encendieron las luces, y nadie se podía ir aún. Algunos hablaban, otros estaban
en silencio, petrificados. Es lo que pasa con las obras de la gente que es
generosa y se juega en lo que hace. Juventud es una película soberbia, pero
también pone en evidencia que el escape hacia las series es provocado, entre
otras cosas, por la ausencia de buenos cineastas. Llevamos varias generaciones
de directores estériles, de los cuales Tarantino es abanderado.
Luis Martínez es un periodista maduro de El Mundo, de España.
No me importa decir que Juventud es una obra maestra o un fracaso, o lo que
sea. No estoy haciendo crítica de cine. Quiero decir que así como fui testigo
de una platea que no podía levantarse de sus butacas al final de la película,
ahora leo las frases que la película le arrancó a Luis Martínez.
De los protagonistas: "Son viejos, se sienten morir y aún
creen reconocer en el aliento inidentificable de la carne joven de una mujer el
recuerdo de algo mejor. La vida quizá."
Del estilo: "Lejos de la arquitectura perfecta, en su
insultante barroquismo, de La gran belleza, el director se conforma ahora con
hacer que el espectador navegue por una pantalla que aspira a la textura de la
carne."
De la estética: "estamos delante de una película
compuesta para irritar. Todo en ella es impostura, afectación y crisis. El
mundo barroco es necesariamente así. El único discurso sensato y no vergonzante
de la muerte consiste en morir. Por ello, cualquier intento de lo contrario
lleva necesariamente al vicio de lo pomposo, de lo ridículo, de lo enfermo.
Recuérdese, los personajes están en ello: desapareciendo de un mundo que ya no
les pertenece."
De la palabra santa de Sorrentino sobre Maradona:
"«Maradona es mi infancia. Él es el mundo antes de cualquier cosa. La
primera idea para la película, de hecho, nació de visualizarle en el hotel al
que fue a desintoxicarse. Maradona es uno de los máximos ejemplos de un hombre
con problemas con el tiempo. Ha vivido el suyo de la forma más inolvidable
posible. Todos, y yo el primero, le recordamos como el que fue y el que nos
hizo ser. El futuro no existe para alguien que está condenado a vivir en la
memoria de todos»".
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