sábado, 12 de marzo de 2016

Dame la mano


Hasta que murió, cuando cruzábamos la calle mi mamá me agarraba de la mano. En los últimos años no se sabía si seguía haciéndolo para protegerme, como lo hacía cuando yo tenía cuatro años, o para sostenerse. Pienso que era para las dos cosas. Creo que hay algo en los padres que los hace necesitar agarrarse a los hijos, de los hijos.
Por ejemplo, nos sentimos con derecho a que nos atiendan el teléfono siempre que los llamamos, como si no tuvieran otra cosa que hacer en la vida. Si no nos atienden nos indignamos, sintiendo que con justa razón.
Es una mezcla de amor y vampirismo lo que nos impulsa. Podemos pedir perdón a los hijos, pero no sé si podemos solucionarlo.










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