Es delirante la
xenofobia argentina, habilitada desde el Gobierno —todo lo que un Gobierno
habilita en los márgenes de la ley, lo promueve.
Es delirante la
noción de que los extranjeros “nos sacan lo nuestro”: el trabajo, las camas en
los hospitales, los bancos en las escuelas.
En el delirio
xenófo, se los acusa contradictoriamente de ser vagos y de “sacarnos trabajo”.
La verdad es que
los inmigrantes, por la necesidad de instalarse,
remitir dinero y suplantar recursos que tenían en su lugar de origen, trabajan
mucho más que los nativos.
O sea, generan más
riqueza, aportando más recursos al desarrollo de la economía.
Los peruanos, chinos,
chilenos, bolivianos y paraguayos trabajan incansablemente. Los sectores de comercio,
construcción y parte de la agricultura intensiva de Argentina serían
insostenibles sin su trabajo.
.
Los progresistas no
nos sentiremos aludidos, pensaremos que los xenófbos son “ellos”, los
ignorantes, los que escuchan a Baby Etchecopar. Bien, pero los ignorantes nos
gobiernan, de modo que el tema no deja de tocarnos porque nosotros sintamos que
tenemos el alma bella.
Segundo, no seamos
hipócritas: ¿quién no tiene una vena, de la que tal vez se sienta avergonzado,
pero por la que corre ese nacionalismo que hace sentir a un extranjero como otro
“con el que no tengo nada que ver”?
.
Este comentario
superabunda de obviedad, se hace todos los días en los países de Europa,
Estados Unidos, en todas partes, desde siempre. Y sin embargo vuelvo a
escribirlo, y calculo que menos por un afán de quedarme en un tema que por su vigencia.
Más que vigencia, por lo enardecido que está y las dimensiones que creo que
tomará. Se está preparando un ajuste horrible para los próximos meses. La
crisis comenzará a ser insoportable, y en momentos como esos se señala a los
extranjeros como chivo expiatorio.
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