Paso caminando por una plaza de Palermo.
Me quedo charlando con un muchacho que vino de Salta para
buscar trabajo.
“Aún no he conseguido. Hasta que consiga duermo acá”. Es
decir, en la plaza. De noche, en la vereda, porque cierran la plaza.
“Algo conseguiré“, dice.
En la misma plaza el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha
dispuesto un moderno camión para atender a las mascotas de los vecinos.
Un partido político anuncia un acto para “derrotar al FMI”.
Una organización ha puesto banderas y mesas para “Separar la
Iglesia del Estado”.
El Gobierno también tiene un puesto con trabajadores
municipales para promover la separación de residuos.
El salteño dice que está bien. Le señalo las actividades de la
plaza, no tiene nada para decir. “Está bien”, dice, por decir algo.
Todo está bien. Podemos seguir así.
Todo está bien, piensan los que llevan el perrito a la “Unidad
Móvil Veterinaria”.
Todo está bien, piensa este muchacho, que confía que algo
conseguirá.
Todo está bien, piensan los chicos del puesto de promoción
ambiental, porque se hace algo por el medio ambiente.
Todo está bien, piensan los militantes, porque están dedicando
su domingo a causas revolucionarias.
Le tengo miedo a quienes aceptan estar debajo de otros porque
buscan que haya algunos debajo de ellos.
Le tengo miedo a quienes se someten porque después buscan
someter.
Le tengo miedo a quienes obedecen ciegamente porque creo que
asumen que los que están abajo de ellos deben obedecerle ciegamente.
Le tengo miedo a quienes se dejan ultrajar porque buscarán a
quien ultrajar a su vez.
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