Estuve mucho tiempo con una chica que jamás había pensado en
el consumismo, su brutalidad, su vileza, su capacidad para crear misera humana.
Simplemente le parecía natural que los ratos libres los
pasáramos en el shopping mall.
Cuando yo intentaba explicarle el modo en que nos tienen
sometidos haciéndonos comprar lo innecesario, ella sólo veía en mí un señor
rezongón.
“Sos tan grumpy”.
Nunca supe explicarle cuánto amo una remera por la historia
que tiene, por quién me la regaló, en qué circunstancias, cómo me fui
relacionando con ella, cómo me adapté a esa remera y la remera se adoptó a mi hasta
que tuvimos uno la cara del otro; los lugares a los que fui con ella, las cosas
que me pasaron con ella, tanta vida que tuve con esa remera.
Entonces, simplemente descartarla porque uno siente un
orgasmo comprando, me ha parecido una bajeza.
Cuento esto para que me acepten un poco más cuando me ven un
poco zaparrastroso.
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