Cuando Carlos se dio cuenta de que yo me di cuenta de que
se iba, hacia un costado me dejó una frase casual. "Fijate que la nena
necesita zapatillas", me dijo.
Me quedé donde estaba, mirándolo. Se iba lentamente,
tranquilo, inexorablemente hacia el mar.
No se volvió para mirarme. Iba como quien va hacia el galpón a buscar
los enseres para ensillar el caballo.
No sé qué estaría sintiendo él, pero cuando metió los
pies en el agua, sentí la necesidad de que no hiciera eso solo. Fui hasta su
lado y caminé con él.
Caminamos hasta que el agua nos tapó. La pollera se me
subió, me envolvió la cara.
Entonces lo perdí.
Yo me quedé sumergida, cada tanto sacando la cabeza fuera
del agua para respirar.
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