Vivo en un departamento que da al pulmón de la manzana, que
es un verdadero pulmón, no verde, pero hay unos talleres del Gobierno de la Ciudad
que están desactivados, de manera que es un pulmón de silencio.
Alejado de la calle, ni aún en los días de ciudad
enloquecida escucho los autos, de manera que en pleno centro, tengo la bendición
de carecer de contaminación sonora. Además, soy medio sordo.
Si no pongo música yo, no escucho nada.
En la cuarentena, este silencio, exagerado, da una sensación
de irrealidad.
En el silencio perfecto, a veces pienso, o a veces mi mente
está también en silencio. Entonces, agarro la armónica e improviso algo.
El sonido de la armónica puede ser muy vivaz, pero también
muy melancólico.
Cuando toco para mí, la música le hace bien a mi corazón y a
la vez me hace sentir que estoy solo.
Es como si me hubiera tirado de un tren de cargas en el que
me colé, luego hubiera caminado hasta un río, y en la orilla, mirando el agua
pasar, hubiera sacado la armónica y me hubiera puesto a tocar.
Quizás, el sonido sale por la ventana y se cuela como un
filamento en el silencio del pulmón de manzana. Puede ser que alguien de alguno
de los cientos de departamentos que dan al pulmón de la manzana, escuche el
sonido triste y vivo de mi armónica.
Y a lo mejor cuando termine la cuarentena,,encuentre en la
verdulería o en el supermercado chino, o también en una fiesta, o en un
recital, a alguien que escuchó la armónica estos días, alguien que dice “ahí
está la armónica otra vez“, y se detiene a escuchar. Tal vez encuentre a esa
persona, que no sabrá que yo era el músico, y yo no sabré que esa persona escuchaba
mi armónica.
Anoche soñé que alguien había agarrado la armónica y se
había puesto a tocarla, aquí en mi departamento del silencio.
No la veía, pero sabía que era una mamá con un bebé. En el
sueño, me alegraba; ahora que estoy despierto, me hubiera gustado que fuera
real.
Me hubiera gustado en esta cuarentena, estar con una esposa
y un bebé.
Cuando acabo de tocar la armónica, el sentimiento melancólico
se disuelve casi apenas se termina la reverberación de la última nota.
Inmediatamente me pongo a hacer cosas. Tengo tantas cosas
que hacer, que no me alcanzarían siete cuarentenas para terminarlas.
Trabajar solo en mi casa no es novedad para mí. Hace una
década que me vengo preparando para trabajar desde cualquier lugar del mundo,
de manera que hacerlo desde la comodidad de mi casa, es casi la mejor
hipótesis.
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