Tuve un primo al que le pasaron tantas cosas. Todas malas. Vivió como cuatro o cinco infiernos.
Cuando llegó a los 40 vivía solo, sin padre (que necesitaba desesperadamente) ni madre (que necesitaba desesperadamente), salido de 13 años en el Borda, su vida consistía en: uno, cobrar la pensión por invalidez; dos, pagar las cuentas y tres, comprar medicamentos.
Estaba completamente dedicado a eso.
Esas actividades lo llenaban. Casi lo rebalsaban.
Apenas podía con eso.
Era admirable el afán con se dedicaba a esos tres cometidos.
Esa vida la daba la misma intensidad que sentía Ayrton Sena en una carrera.
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