Quien quiere que sea publicado lo que escribe debe someterse a alguien que edite lo que hace. Es decir, debe someterse a que su amor por sí mismo, por lo que hace, sea modificado, para que sea aceptado o vendido, mejorado, o siquiera comprendido.
Si uno que escribe siente que lo que escribió es su hijo,
y que cualquier cosa que le hagan es un abuso, una castración, cualquier cosa
que exprese: “tu hijo no es perfecto”, no puede pretender publicar.
Tengo una amiga que sacó a su hijo de la escuela en
primer grado y lo educó ella porque la maestra no veía en él la maravilla que
ella veía.
Me dolió mucho cuando presentamos La intimidad de las islas
y al final de la presentación un amigo me dijo: “Muy bien. Ya podés dedicarte a
la ficción”.
Sentí que me decía que lo que yo había hecho hasta
entonces era algo de baja categoría, una especie de primeros pasos.
La diferencia entre la ficción y la mentira en un cuento o una
novela es que la mentira usa la realidad.
Así, la mentira incluye una tensión ética.
También incluye la incógnita sobre qué es verdad y qué es
mentira, o cómo es verdad y cómo es mentira lo que se lee.
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