miércoles, 3 de enero de 2024

El interior de un sueño

Por un lado está lo que se sueña. Por otro, el relato del sueño.


El sueño es materia desconocida. No existen nombres para sus sustancias, y entonces le ponemos palabras que son prestadas de la vigilia. 

Es como si en Vietnam tuviéramos en la mano un vegetal desconocido, para el que no tenemos nombre, y entonces para referirlo le imponemos el nombre de un vegetal que se le parece; le decimos, por ejemplo, “tomate vietnamita” —o “un tomate”, para diferenciarlo de “el” tomate, que nombra a todos los tomates conocidos.


En algunos sueños somos fácilmente conscientes de este fenómeno, y al contarlo decimos, por caso, “era alguien que yo nunca había visto, pero yo sabía que era mi hermano”. Es decir, suplantamos algo desconocido por algo conocido. Le proyectamos el nombre, el conocimiento que tenemos en nuestro mundo —el mundo de la vigilia, en este caso— a algo que no es de este mundo, y así reprimimos, cegamos su verdad.


Para relatar el sueño procedemos como hacen los exploradores que tienen la misión de informar sobre mundos hechos de criaturas, hombres, una naturaleza extraña.

Para tornar comprensible un mundo exótico o un sueño, es necesario recurrir a comparaciones, inventar relaciones entre sucesos, personas o cosas, que no existen en el sueño, y darles a los elementos del sueño un sentido que no tienen.


A diferencia de otros mundos exóticos que son indiferentes ante nosotros, el sueño exige ser interpretado. 

Se rebela contra el nombre que le ponemos, trata de sacárselo de encima, intenta que lo veamos tal cual es. 

Se ofrece como un cuadro de vívidas claves y demanda que se lo descifre. Pareciera que los elementos del sueño son extraños para que el soñador descubra cuál es la realidad que encierran. 


Borges mencionaba un evangelio apócrifo que daba pistas para inferir que la vida de Jesús había sido tramada con sueños de miembros de una secta. 

La vida de Jesús persiste como un sueño, demostrando que el tipo de enigma que son los sueños tienen una estructura infinita. Se puede descifrar algo de los sueños, pero nunca todo. 

El sueño persiste en su demanda de ser resuelto, como un pozo que nunca puede llenarse.


La iglesia llama a este hecho “misterio”. Lamentablemente, muchas veces con ello desalienta la indagación, en lugar de invitar a la tarea, interminable y fecunda, de meterse en su interior. 

El interior de un sueño.





No hay comentarios:

Publicar un comentario