martes, 26 de noviembre de 2019

Carta política del día: la alternativa legalista



Algunos nos hemos impacientado con lo que hemos entendido como un michaelmoorismo en el estilo de Cristina Fernández de Kirchner: una fe en que la solución de todo pasa por atenerse a la ley. Sabemos que la ley es el resultado, aunque provisorio, de la victoria de unos sectores sociales sobre otros, y la herramienta de esos sectores para someter a los demás. Pensar en modificar este estado de cosas a través de las herramientas construidas para su implementación y defensa, parece contradictorio.

Así, hemos visto a Cristina más como una primera ministra que como una caudilla. Más como una administradora que como una líder. 

Nos impacientamos porque sospechamos que por esa vía sólo se sustanciaba el statu quo y jamás se habilitarían cambios sociales en favor de una justicia social.

Sin embargo, ante lo que está sucediendo estos días en América Latina, la estrategia legalista de la ex presidenta parece ser la correcta. 

Como sociedad política, desde la instauración de la dictadura de 1976 tocamos tres extremos.

Primero, la atrocidad de los militares que actuaron promovidos por y en connivencia con la oligarquía.

Segundo, la reacción ante el embate de la violencia.  Si bien la dictadura tuvo un apoyo masivo, sustentado por el nacionalismo y los valores más conservadores, también  hubo una reacción en contra. Se ha discutido y se discutirá cuán determinante resultó esa resistencia en la caída de la dictadura. Lo cierto, es que la resistencia existió.

Tercero, los crímenes de la dictadura no generaron actos de venganza. No hubo conductas ilegales: nadie le pegó un tiro a un torturador, no hubo una sola bomba en la casa de un militar asesino. Todo se resolvió en el marco de la Justicia, o sea, con la aplicación de la ley. Esto fue visto como una máxima expresión de civilización

Esta tercera tesitura es la base de la política de Cristina Fernández de Kirchner —y el presidente Alberto Fernández pareciera compartirla cabalmente.
En momentos en que el imperio nos empuja a la paradoja de vivir sometidos o entrar en una guerra civil, o sea, perder sí o sí, la alternativa legalista podría ser una opción válida.







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