Empecé a los once años.
Nunca nadie me regaló nada. Todo lo que tengo me lo gané pelándome el ojete.
Trabajé como un negro cada día de mi vida.
Jamás unas vacaciones. Jamás un franco.
Trabajé siempre, con este gobierno, con aquel, con dictadura, con democracia.
Y ahora que tengo 73 años, sigo trabajando, porque la jubilación no me alcanza.
Dale y dale. 12, 13, 14 horas arriba del taxi.
¿Y para qué?
Para morirme trabajando.
Tanto sacrificio, tanto trabajo, ¡para nada!
¡Yo no quiero nada!
¡Yo me la aguanto!
- ¡Sos un grande, abuelo!
- No nene, no soy ningún grande. Soy un pelotudo.
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