Cuestan los 50. Es como resignarse a que los boqueteros se
llevaron todo de la caja de seguridad y andá a cantale a Magoya.
—
Yo era muy atolondrado y muy necio. Dediqué mi
vida a temperarme.
—
Y de tanto temperarte, observarte, intervenirte,
podarte, regularte, someterte, cuidarte, gobernarte, reprimirte, encausarte,
sublimarte, fiscalizarte, preocuparte, ya no vivís. Me parece que se te acabó
el tiempo para controlarte.
“Mi terapia es el escenario”, dijo el santiagueño que se ha
mandado todas las macanas que se puede mandar un hombre, pero cuando sube a
cantar entra en estado de gracia.
Sabía que mi vida comenzaría a los 50, de modo que
planamente desperdicié mis años hasta hoy.
Ahora llega el verdadero tiempo de la fecundidad, de sembrar
y dar fruto, de crear el mundo, dar de vivir a los demás. Aunque no sé por qué tengo
la seria sospecha de que seguiré con el desperdicio.