— El gracioso fue Walter, cuando llegamos a Chengdu y
ninguno hablábamos una palabra de chino. Ni palabra, ni intersección, ni letra
siguiera...
— Ni gesto.
— Bueno, justamente lo que hizo Walter fue aprovechar un
curso de mimo que había hecho una vez y se puso a hablar con seňas. Unas señas
ampulosas y a la vez precisas, como si le fuera la vida en ganar a "Digalo
con mímica". Los gestos eran por demás de claros y didácticos. No había
cómo no entenderlos, y además era divertidísimo. Era un show, mirá.
— ¿Pero lo entendieron?
— Bueno, se cagaron de risa, y a él lo que le importaba era
eso. Si queríamos preguntar cómo llegar a una feria, ponele, no. No nos
entendían lo mismo, pero se predisponían muy bien y personalmente nos llevaban,
a otro lugar, a teatro, y se quedaban con nosotros. Terminaba siendo otra cosa,
pero quizás más divertida que la que buscábamos.