Mi amiga Laurita podía saber, en una habitación a oscuras,
si había otras personas. Una vez estábamos en casa de mi abuela, la dejamos en
el dormitorio con los ojos vendados y con la luz apagada entraron mis tres
primas. Entonces le preguntamos si sentía que alguien había entrado y salido o
si se había quedado. Hizo silencio un rato hasta que los oídos se nos
acostumbraron al silencio, y entonces dijo con una voz fuerte y rara: "en
este lugar hay tres mujeres más". Yo sentí que se me heló la sangre y en el
mismo instante, una de mis primas dio un alarido de terror. Corrí a encender la
luz, la luz amarilla y mortecina del dormitorio de una vieja, y vi a mis primas
con cara de horror y a Laurita muy tiesa, con una mirada que no era suya.
Luego, se fue reponiendo y volvió a ser ella.