Ahí estaba, justo, el colectivo 130, que la vez anterior
había tardado tanto en aparecer.
Cuando hube picado unos diez metros, al acercarme al cordón
de la vereda sentí que alguien me gritaba desde atrás, bastante cerca:
— ¡Eh! ¡Pero cuidado! ¡Voy
corriendo por acá!
Era un hombre de unos 60 años, alto, vestido con el uniforme
perfecto de jogging (juego de pantalón y campera de estreno, camiseta blanca
reluciente, zapatillas reglamentarias, anteojos asegurados con una goma por
detrás de la cabeza, gran reloj que mide y registra signos vitales, iPod).
Me di vuelta sin entender qué le pasaba. Me explicó
reprochándome:
— ¡Te metiste sin mirar! ¡Casi te
atropello!
Pensé que el tipo estaba loco. Yo corría por la calle: ¿dónde
me había "metido"?
No podía entender por qué me estaba increpando. Yo venía
corriendo más rápido que él, de modo que no había modo de que lo haya
obstaculizado, y en todo caso la avenida Libertador es amplísima, no había modo
de chocarnos.
Como el tipo seguía diciéndome cosas lo mandé al carajo y
subí al colectivo. Sólo cuando pasó un rato, mientras iba un poco apretado, con
mucha gente en un espacio bastante reducido, empecé a entender que el tipo iba
por una bicisenda, o sea, por una senda exclusiva. Si uno ocupa un espacio
exclusivo, cualquier ingreso de otro es una invasión -lo que acaso se potencie
si el invasor es un sujeto que comete la negrodemierdada de correr un
colectivo. El tipo no iba en bicicleta, pero la bicisenda parece legitimar y
aún crear un espacio privado, en el que el "sólo ciclistas" extiende
la exclusión de los colectivos a las motos que hacen delivery, a los peatones y
a los cartoneros.
O sea, adoro la bici, conocí mi ciudad y los caminos de
alrededor y luego los campos de alrededor un mí bici; le enseñé a andar en bici
a mis chicos apenas tuvieron edad, adoré ver la multitud en bici en La Habana y
quisiera proponer, es más, propongo en
este texto que se le pongan tiranas restricciones a los automovilistas para que
usen bicicleta en lugar de su auto, pero no puedo dejar de advertir que la
actual onda ciclismo conlleva algunos elementos de pelotudismo elitista
herederos de la parte más fiera de nuestra sociedad.