Muchos sentimos que
no nos representan los gobernantes, ni los sindicalistas, ni los jueces.
Muchos sentimos que
no nos representan los políticos de ningún partido.
Sentimos que lo que
está corrompido es el sistema de la democracia burguesa.
Intuimos que la lucha
por el salario no termina de ser solución, ni la lucha por no perder derechos
laborales, ni la lucha por la educación, la salud, la vivienda, la
alimentación, todo eso que se nos representa como necesidades básicas.
Intuimos que ni siquiera
se agotaría la lucha en la garantía y cumplimiento de los derechos humanos.
La guerra en la que
nos han metido es más profunda.
Hoy es la hora de
seguir a las mujeres.
Como acompañamos a
las Madres los jueves.
Su reclamo
sectorial es tan profundamente crudo, tan puramente carne, que nos revuelve la
estructura a todas las personas de esta sociedad.
Han conseguido
organizarse (compleja, enmarañada, contradictoriamente: como han podido) para
erigirse en la única fuerza social que se planta ante un embate brutal.
Lograron erigir a
la juventud en vanguardia, porque el grueso de las mujeres organizadas son
jóvenes.
Han ganado las
calles.
Han alcanzado un
lugar desde el que pueden hablar. Dicen con sangre hervida: Hay un hijo de puta
que nos está violando y nos obliga a que criemos su engendro.
Con las Madres luchamos
por los hijos.
Luchamos desde la
maternidad, desde los hijos.
Las Madres saltaron
a política y el objeto de la lucha se revistió de Justicia.
Esperamos de los
intelectuales su palabra sobre la forma que ha de tomar la lucha actual de las
mujeres.
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