Luego de varios
días de haber regresado, en Buenos Aires, sentado esperando que llegue todo lo
que llevé, me resigno y me levanto.
Asumo que ya no
volveré entero el que fui.
Dejé demasiado allá.
Jirones de nubes
enredadas en las copas de los árboles altos de la montaña. El día resplandece,
el aire se hace total, la claridad es perfecta, y entonces los trozos de las
nubes desaparecen.
Pero no volvieron a
mí.
Pasó algo con ellos
allí arriba.
Ya no los
recuperaré.
Deberé recomponerme
sin ellos.
O más bien, con
ellos allá.
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