viernes, 8 de diciembre de 2017

Nuevos efectos de la Virgen

En un momento de la vida, o en muchos, o siempre, nos preguntamos por qué una obra es una obra de arte o no. Qué hace que una pintura, por ejemplo una pintura abstracta, sea arte. "Qué diferencia hay con que la haya pintado un chimpancé?', "no es arte, es un mamarracho". 
Hay varios criterios para distinguir una obra de arte, todos demasiado subjetivos. 
Quizás el más demostrable por cuantitativo (todo lo cuantitativo parece más verdadero), aunque sin buena justificación, es el que inventó Kurt Vonnegut: "cuando hayas visto 10.000 cuadros, sabrás distinguir”.
Conocemos esa otra idea que postula que el arte se distingue porque te cambia la visión de las cosas. 
El personaje que hace Marlon Brando en Un tranvía llamado Deseo te transforma para siempre la imagen de los brutos.
Elvis te transforma para siempre la idea de la juventud.
Operación Masacre te refunda la Argentina.
Un cuadro de Mónica Castagnotto demuestra muy claramente la potencia de este criterio.
Después de verlo, ya no pude ver una imagen de la Virgen María sin ver una vagina, sin sospechar que el artista, artesano o devoto que la hizo tenía en su cabeza, consciente o no, la imagen de una vagina.
Veo la forma general, los pliegues, algunas muy tapadas, otras más desnudas, los velos-himen, los clítoris, algunas lloran, incluso sangran.
De ellas ha salido el Niño Jesús, Dios, la Gracia, lo Divino, la Vida.
En el Santuario de la Virgen del Rosario de San Nicolás hay una estatua que tiene a sus pies una concha, y no sólo eso, hay una pileta para bautizar a los niños y el cacharro para echarle agua también es una formidable concha.
Todo esto me parece jubiloso, lindo, tierno, y me cae muy bien y me parece muy pertinaz que la vagina se convierta en la parte venerable y mítica del cuerpo humano, incluso me gusta más que el cerebro o el corazón. El problema es que la Iglesia lo niegue, y más aún, monte en cólera contra quien lo ponga en evidencia, y quiera hasta suprimirlo.
Mucho más razonable me resultaría que el 8 de diciembre, día de la Virgen, todos los católicos gritaran "¡Viva la Concha!", pero ese grito está reservado al más bestial de los herejes.

Subí este post a mi blog en blogger (Efectos de una obra de Mónica Castagnotto, el 14 de junio de 2016), ahora veo que las fotos fueron censuradas. Como Castagnotto, como todos los periodistas y medios opositores en este momento.
Muy triste. 






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